Por: Mónica MUÑOZ │

Hace muchos años, la prensa amarillista tenía como estrella a una publicación de corte morboso que se especializaba en fotografiar muertos y colocar en su portada al más espeluznante.  Creo que sobra decir que se vendía como pan caliente.  Sin embargo, quienes la compraban, lo hacía regularmente de manera discreta, cuidando que nadie viera qué estaban consumiendo, pues era mal visto por la gente que alguien se gozara con imágenes tan repugnantes.

En cuanto al cine, todavía cuando estudiaba la carrera de comunicación, uno de mis maestros distinguía entre las películas de terror y las de horror, destacando que las primeras eran aquellas que provocaban miedo y situaciones de excesiva tensión, manteniendo al espectador en la orilla de la butaca y haciéndolo saltar ante cada ruido o cambio brusco de escena.  Las segundas, de acuerdo a esta clasificación, eran las que mostraban escenas de destazamiento de cuerpos y sangre al por mayor, provocando en el auditorio asco y ganas de voltear hacia otro lado ante tanta violencia.  Personalmente, a mí no me gustan ni las unas ni las otras.

Pues bien, actualmente es escandaloso constatar que la realidad ha superado a la ficción.  Los desmembramientos están a la orden del día y no es privativo de nuestro lastimado país, en otros lugares del planeta hemos sido testigos de persecuciones y matanzas de personas por intolerancia religiosa, orillando incluso a los niños a realizar espantosas ejecuciones.

Además, en su afán de vender más, muchos son los periódicos y revistas que publican ese tipo de fotografías, uniéndose a estos medios la televisión y el internet, lo que poco a poco, ha vacunado a los espectadores, provocando que de la aversión e indignación hayan migrado a la tolerancia y hasta la indiferencia ante el dolor de otros seres humanos.

No se trata de negar los acontecimientos, sería ingenuo pensar que si ignoramos lo que ocurre, dejará de pasar.  Pero por lo menos podemos evitar que los pequeños se contaminen demasiado pronto de estas escenas que corresponde entender a alguien mayor.

Hace unos días me pasó con un conocido.  Revisando las redes sociales, apareció en su muro una terrorífica imagen que “denunciaba” a un grupo extremista tratando a un cristiano como si  fuera un animal, desangrándolo hasta morir.  Sólo de recordarlo me estremezco.  Pensé en los niños que mienten para crear sus cuentas de Facebook y que libremente tienen acceso a estos horrores y más.

Recuerdo que al inicio de este sexenio se realizó un pacto para que los medios de comunicación dejaran de presentar imágenes de violencia, lo cual ha ido cayendo en el olvido.  Es necesario que exijamos que se respete ese acuerdo, creo que no hace falta ver para entender la magnitud de la depravación de quienes cometen tales atrocidades.

Si seguimos permitiendo que se exhiba el mal de esta manera, estamos arriesgando a nuestros niños, que, vulnerables ante lo que se presenta en los medios, crecen con la idea deformada de que todo eso es normal.  Por supuesto, los adultos somos quienes debemos actuar para que ellos no salgan afectados.  Debemos luchar para conservar la inocencia de nuestros pequeños, pues ellos son quienes en un futuro no muy lejano, decidirán el destino de las naciones, lo que nos lleva a pensar lógicamente que, si permitimos que se perviertan a temprana edad, no tendrán la capacidad para elegir correctamente por el bien común.

La prueba de que los niños se están dañando nos la dan constantemente las noticias: menores de edad se convierten en asesinos porque ya no saben distinguir entre el bien y el mal.

Estamos a tiempo para revertir muchos males, tanto en nuestras familias como en la sociedad, en primer lugar, poniendo remedio en nuestras casas, nosotros debemos estar atentos a lo que ven, escuchan y leen los niños, por supuesto, dialogando con ellos y explicándoles de qué se trata; en segundo lugar, viene la acción social,  si nos unimos podemos lograr más fácilmente que se nos escuche, sólo es cuestión de decidirnos a apoyar a los grupos que encabezan las solicitudes ciudadanas o nosotros mismos propiciarlas para conseguir el cambio deseado, pero no dejemos que la indiferencia nos agobie, rompamos con la creencia de que en México todo pasa y nada pasa.

Se trata de nuestros hijos y del país en el que vivimos.  Demostremos efectivamente que nos importan.

Que tengan una excelente semana.

 

 

 

 

 

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