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La visita del Papa Francisco a Ecuador concluyó ayer con dos eventos. El primero fue la visita a la casa de ancianos de las Misioneras de la Caridad en Tumbaco, a unos 21 km de la capital, Quito, y cerca de la carretera que lleva al aeropuerto. El Santo Padre fue recibido por la Superiora que lo acompañó a la capilla del centro para rezar con el resto de la pequeña comunidad (10 hermanas) y después saludó a los huéspedes de la institución, alrededor de setenta pesonas en el patio. No hubo discursos; solamente la cercanía del Obispo de Roma a los ancianos y ancianas que querían contar con su presencia.
Desde allí el Papa se trasladó al Santuario Mariano Nacional de El Quinche, donde se halla la imagen de madera de la Virgen del Quinche, tallada a finales del siglo XVI por el artista Diego de Robles, que cada año, en la segunda semana de noviembre atrae a más de 800.000 creyentes que parten en peregrinación nocturna desde el pueblo de Calderón para llegar al amanecer a la iglesia.
En El Quinche, última etapa de Francisco en Ecuador, se desarrrolló el encuentro con el clero, los religiosos, religiosas y seminaristas del país. El Papa entregó el discurso que había preparado para la ocasión al obispo Celmo Lazzari CSI, Responsable de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana para la Vida Consagrada e improvisó unas palabras para los presentes, resaltando la riqueza espiritual que había encontrado en Ecuador y pidiendo a todos que no olvidasen en su vida ni la gratuidad ni el servicio.
»Todo esto de riqueza que tienen ustedes, de riqueza espiritual, de piedad, de profundidad, viene de haber tenido la valentía –porque fueron momentos muy difíciles– de consagrar la nación al Corazón de Cristo -dijo el Papa- ese Corazón divino y humano que nos quiere tanto. Y yo los noto un poco con eso: divinos y humanos. Y después, pocos años después, la consagración al Corazón de María. No olviden: esa consagración es un hito en la historia del pueblo de Ecuador»
‘Hoy tengo que hablarles a los sacerdotes, a los seminaristas, las religiosas, a los religiosos y decirles algo …Y pensaba en la Virgen, pensaba en María… María no protagonizó nada. Discipuleó toda su vida. La primera discípula de su Hijo. Y tenía conciencia de que todo lo que ella había traído era pura gratuidad de Dios. Conciencia de gratuidad. Por eso…religiosas, religiosos, sacerdotes, seminaristas, todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió… Somos objeto de gratuidad de Dios. Si olvidamos esto, lentamente, nos vamos haciendo importantes… Y ahí lentamente nos vamos apartando de esto que es la base, de lo que María nunca se apartó: la gratuidad de Dios».
»Una segunda cosa que les quisiera decir – observó- es que cuiden la salud, pero sobre todo cuiden de no caer en… el alzheimer espiritual, no pierdan la memoria, sobre todo la memoria de dónde me sacaron. ..San Pablo se ve que intuía este peligro.. y a su hijo más querido, el obispo Timoteo, a quien él ordenó, le da consejos pastorales, pero hay uno que toca el corazón: “No te olvides de la fe que tenía tu abuela y tu madre”, es decir: “No te olvides de dónde te sacaron, no te olvides de tus raíces, no te sientas promovido”. La gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción y, cuando un sacerdote, un seminarista, un religioso, una religiosa entra en carrera –no digo mal, en carrera humana–, empieza a enfermarse de alzheimer espiritual y empieza a perder la memoria de dónde me sacaron».
Francisco propuso a los sacerdotes, consagrados y consagradas dos principios básicos. »Todos los días renueven el sentimiento de que todo es gratis, el sentimiento de gratuidad de la elección de cada uno de ustedes, –ninguno la merecimos–, y pidan la gracia de no perder la memoria, de no sentirse más importante Y esos dos principios los van a hacer vivir con dos actitudes. Primero, el servicio. Dios me eligió, me sacó ¿para qué? Para servir… y no hacer otra cosa, y servir cuando estamos cansados y servir cuando la gente nos harta…. Me decía un viejo cura, que fue toda su vida… un genio…:“El santo Pueblo fiel de Dios es esencialmente olímpico, o sea, hace lo que quiere, y ontológicamente hartante”. Y eso tiene mucha sabiduría, porque quien va por el camino del servir tiene que dejarse hartar sin perder la paciencia, porque está al servicio, ningún momento le pertenece».
»Servicio, mezclálo con lo de gratuidad y entonces… aquello de Jesús: “Lo que recibiste gratis dalo gratis”. Por favor, por favor -recalcó- no cobren la gracia; por favor, que nuestra pastoral sea gratuita. Y lo segundo, la segunda actitud …es el gozo y la alegría. Y es un regalo de Jesús…que Él nos da si se lo pedimos y si no nos olvidamos de esas dos columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa, que son el sentido de gratuidad, renovado todos los días, y no perder la memoria de dónde nos sacaron. Los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Y, por favor, por favor, les pido que recen por mí, porque yo también siento muchas veces la tentación de olvidarme de la gratuidad con la que Dios me eligió y de olvidarme de dónde me sacaron. Pidan por mí».
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