Mediante la trata, comercio o tráfico de personas, millones cada año son explotadas sexualmente, forzadas a trabajar, obligadas a cometer delitos o víctimas de la extracción de órganos. Cientos de miles de personas que son reducidas a la condición de simples objetos de comercio. Pese a que constituye la principal forma de esclavitud de nuestra época y se entiende como un delito de lesa humanidad, la trata es más común de lo que se cree, y no solo en países pobres o en vías de desarrollo, sino también en los ricos y desarrollados. Por esta sumergido en la ilegalidad, es difícil contar con cifras exactas de este delito; no obstante, se calcula que anualmente entre 2.5 y 4 millones de seres humanos son víctimas de la trata en el mundo. De ellos, un 50% serían menores de edad. Según la OIT, más de 12 millones de personas trabajan en condiciones que pueden considerarse de esclavitud.

Ante esta realidad, son proféticas las palabras del papa Francisco en su exhortación apostólicaAlegría del Evangelio: “Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: ‘¿Dónde está tu hermano?’ ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado el crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda”.

Las palabras del papa son una denuncia de las nuevas formas de esclavitud, un llamado a tomar conciencia del flagelo, a no pasar indiferentes ante esta realidad y a sentirnos responsables de la suerte de nuestros hermanos que son sometidos a la trata. Francisco hila más fino en su concepción de la esclavitud que las definiciones oficiales, pues incluye en ella a las personas que trabajan escondidas por carecer de documentos legales, es decir, al ejército de migrantes que laboran clandestinamente y sin las prestaciones debidas. Además, nos llama a luchar contra este crimen con todos los medios posibles, pues con frecuencia la trata cuenta con la complicidad de la sociedad y de las autoridades, que no la combaten con la fuerza necesaria o participan en ella.

Desde hace tiempo, El Salvador ha sido señalado como lugar de origen, tránsito y destino de la trata de personas, aunque un reciente informe del Departamento de Estado de Estados Unidos lo califica como uno de los países que está haciendo esfuerzos significativos para combatirla. En esta línea, uno de los escollos principales es que no hemos adoptado una definición de trata de personas acorde con la legislación internacional. Ello permite que acá no sean delito actividades que internacionalmente son tipificadas como trata de personas. En el informe también se subraya la necesidad de que el país ofrezca mayor protección a las víctimas y combata con más proactividad este crimen.

Siguiendo la fineza del papa, se puede afirmar que muchos de nuestros compatriotas viven en condiciones cercanas a la esclavitud permitidas por las leyes. Entre ellos están muchas de las trabajadoras domésticas, que no solo reciben un salario inferior al mínimo, sino que trabajan mucho más que 44 horas semanales y no cuentan con las prestaciones que, según lo establece la Organización Internacional del Trabajo, todo empleado debe tener. Igual ocurre con quienes se dedican a las tareas agrícolas y en algunas de las industrias textiles, especialmente las maquilas, donde las condiciones laborales son agobiantes y no se respetan las mínimas condiciones de seguridad, salud e higiene laboral.

Mucho nos queda todavía por hacer en la lucha por combatir la trata de personas y el trabajo forzado, para eliminar aquellas prácticas laborales similares a las condiciones de esclavitud. Esta tarea le corresponde principalmente al Estado, pero, tal como dice el papa, todos somos responsables de ello, pues las víctimas de este crimen mafioso y aberrante son hermanos nuestros de cuya suerte no podemos desentendernos.

Radio YSUCA, El Salvador, C.A.

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