«La moderna organización del trabajo a veces muestra una peligrosa tendencia a considerar a la familia como una carga, un peso, un pasivo, para la productividad del trabajo» es uno de los agudos juicios que expresa el Papa Francisco hoy en la audiencia general dedicada al tema del trabajo. En su catequesis sobre la familia, después de la vacancia de verano, el Papa se dirigió hoy a la magnitud del trabajo. La semana pasada habló de la fiesta y ya ha dicho que va a hablar después de la oración familiar.

Haciéndose eco de algunos de los temas presentes en su encíclica Laudato sì, el Papa se centró en el contraste entre la «moderna organización del trabajo» y la familia. «El llamado ‘ciudad inteligente’ – dijo – es, sin duda, rica en servicios y organización; es frecuentemente hostil a los niños y a los ancianos. A veces quien proyecta está interesado a la gestión de fuerza–trabajo individual, para ensamblar y utilizar o descartar según la conveniencia económica. La familia es un gran lugar de prueba. Cuando la organización del trabajo la tiene como rehén, o incluso le obstaculiza el camino, entonces estamos seguros de que la sociedad humana ha comenzado a trabajar ¡en contra de sí misma!».

De hecho, el trabajo es un elemento fundamental de la vida familiar. En primer lugar, porque el trabajo «es necesario para mantener a la familia, para criar a los hijos, para asegurar a los seres queridos una vida digna. De una persona seria, honesta, lo más bello que se puede decir: ‘es un trabajador’, es uno que trabaja, es uno que en la comunidad no vive a expensas de los otros. Hay tantos argentinos hoy que he visto y diré como decimos nosotros ‘no vive de arriba’. Y de hecho, el trabajo, en sus mil formas, a partir de aquel hogareño, cuida también el bien común. Y ¿dónde se aprende este estilo de vida laborioso? Primero que nada se aprende en familia. La familia educa al trabajo con el ejemplo de los padres: el papá y la mamá que trabajan por el bien de la familia y de la sociedad».

Y debido a que el trabajo forma parte «del designio creador de Dios», no hay oposición entre «trabajo» y «vida del espíritu»: » Oración y trabajo pueden y deben estar juntos en armonía, como enseña san Benito. La falta de trabajo daña también al espíritu, como la falta de oración daña también la actividad práctica». Precisamente por esta razón, «la falta de trabajo también daña el espíritu, como la falta de oración también daña la actividad práctica» y se dice que «el trabajo es sagrado.»

«Y por eso – agregó – la gestión de la ocupación es una gran responsabilidad humana y social, que no puede ser dejada en las manos de pocos o descargado sobre un ‘mercado’ divinizado. Causar una pérdida en puestos de trabajo significa causar un grave daño social. Yo me entristezco cuando veo que no hay trabajo, que hay gente sin trabajo, que no encuentra trabajo y que no tiene la dignidad de llevar el pan a casa y me alegro tanto cuando veo que los gobernantes ponen tanto esfuerzo, trabajo, para encontrar puestos de trabajo, para buscar que todos tengan un trabajo. El trabajo es sagrado, el trabajo da dignidad a una familia y debemos rezar para que no falte el trabajo a ninguna familia».

El Papa Francisco parece sugerir que la crisis ecológica contemporánea se basa en la degradación de la sacralidad de la vida laboral y familiar: «Cuando el trabajo se separa de la alianza de Dios con el hombre y la mujer, cuando se separa de sus cualidades espirituales, cuando es rehén sólo de la lógica de la ganancia y desprecia los afectos de la vida, la degradación del alma contamina todo: también el aire, el agua, la hierba, la comida… La vida civil se corrompe y el hábitat se descompone. Y las consecuencias golpean sobre todo a los más pobres y a las familias más pobres».

«Las familias cristianas – concluyó – reciben de esta coyuntura un gran desafío y una gran misión. Ellas ponen en juego los fundamentos de la creación de Dios: la identidad y el vínculo del hombre y de la mujer, la generación de los hijos, el trabajo que hace doméstica la tierra y habitable el mundo. La pérdida de estos fundamentos es un asunto muy serio, y en la casa común ¡hay ya demasiadas grietas! La tarea no es fácil. A veces puede parecer a las asociaciones de las familias que son como David frente a Goliat… pero ¡sabemos cómo terminó ese desafío! Se necesitan fe y astucia».

Al final de la catequesis Francesco dedicó un saludo especial a la comunidad de Taizé, que mañana celebra los 75 años de su fundación. «Deseo – dijo – hacer llegar mi saludo, acompañado por la oración, a los hermanos monjes en la memoria del fundador querido hermano Roger Schutz, del cual justamente hace tan sólo tres días, celebramos el aniversario 10º de su muerte. ¡Buen camino a la comunidad de Taizé!».

Al momento de los saludos en diferentes idiomas, ha saludado a unos peregrinos procedentes de Asia, en particular Japón y Oriente Medio.

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