Este 4 de agosto el Papa Francisco ha tenido un encuentro con más de nueve mil monaguillos provenientes de unos veinte países, y que se encuentran en Roma en estos días para su IX peregrinación anual. Esta ha sido la audiencia número 100 del Papa durante su pontificado.

En la homilía que les dirigió durante la Misa, el Papa resaltó la importancia de estar cerca a Jesús en la Eucaristía, ya que esto lleva a los que sirven en el altar a una apertura hacia los demás. “Es importante ver que la proximidad y la familiaridad con Jesús en la Eucaristía sirviendo el altar se convierte también en una oportunidad para abrirse a los demás, para caminar juntos, para marcarse metas comprometidas y encontrar la fuerza para alcanzarlas”. Es fuente de verdadera alegría reconocerse pequeño y débil, afirmó el Papa, pero saber que, con la ayuda de Jesús, podemos ser revestidos de fuerza y emprender un gran viaje en la vida a su lado.

El evento, organizado por el Coetus Internationalis Ministrantium (CIM), congregó a Acólitos y Monaguillos provenientes de diversos países de Europa y que se reúnen bajo el lema inspirado en el pasaje del Libro del profeta Isaías: “¡Aquí estoy: envíame!”. La Audiencia con el Santo Padre fue precedida por un momento de fiesta y testimonios de aquellos que ya han recorrido el camino del servicio al altar. Pero sobre todo, de oración que culminó con la llegada del Pontífice para el rezo de las vísperas.

Recordando algunos aspectos de la vida del profeta Isaias, el Sucesor de Pedro señaló que Dios llama a este joven para convertirse “en un instrumento de la presencia y de la misericordia divina. Isaías – afirma el Pontífice – descubre que, poniéndose confiadamente en manos del Señor, toda su vida se transformará”. Isaías descubre con asombro que Dios es quien da el primer paso, el primero en acercarse; se da cuenta de que la acción divina no se ve obstaculizada por sus imperfecciones, transformándole en una persona totalmente nueva y, por tanto, capaz de responder a su llamada y decir: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8).

“No encontrarán a Jesús en un inalcanzable trono alto y elevado, afirmó el Santo Padre, sino en el pan y el vino eucarísticos, y su palabra no hace vibrar las paredes, sino las fibras del corazón”. Como Isaías, también ustedes, dijo el Papa, tienen la experiencia de que la iniciativa es siempre de Dios, porque es él quien los ha creado y querido. Es él quien, en el bautismo, los ha hecho criaturas nuevas, y es siempre él quien espera pacientemente la respuesta a su iniciativa y el que ofrece el perdón a todo el que se lo pida con humildad”.

Por ello, dijo el Obispo de Roma, “estamos llamados más bien a compartir la alegría de reconocerse elegidos y salvados por la misericordia de Dios, a ser testigos de que la fe es capaz de dar un nuevo rumbo a nuestros pasos, que ella nos hace libres y fuertes para estar disponibles y aptos para la misión. Ustedes, queridos monaguillos, agregó el Pontífice, cuanto más cerca estén del altar, tanto más se recordaran de dialogar con Jesús en la oración cotidiana, más se alimentaran de la Palabra y del Cuerpo del Señor y serán más capaces de ir hacia el prójimo llevándole el don que han recibido, dándole a su vez con entusiasmo la alegría que se les ha dado”.

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