Por Clara MALO, rscj |

En estos días estoy en Cuernavaca acompañando Ejercicios Espirituales a un grupo de jóvenes y algunas religiosas.  Puse en Facebook una foto del lugar y me hizo gracia que un amigo comentó: «¡Así que chiste! Ahí, para donde uno voltee, Dios está a 15 centímetros…»

La verdad es que la frase me dejó pensando. ¿Somos conscientes de que, ahí donde estamos, Dios está a 15 centrímetros de distancia? Incluso mucho menos.  Claro, es mucho más evidente en un lugar como este, un rinconcito de bosque que uno no pensaría encontrar en la ciudad. Para donde voltees, efectivamente, ves árboles, pasto verde e incluso un puente colgante. Una vista que inspira paz y también invita al riesgo. Casi sin palabras, una puede susurrar continuamente: «aquí estás».

Por la mañana tuvimos una pequeña oración guiada, invitando a respirar pausada y conscientemente, palpando la respiración y sintiendo que con el aire iba entrando dentro de nosotros el Espíritu de Dios. Así de cerca está; a veces listo para tomar nuestra mano y otras veces a una distancia más discreta, más prudente.

Hace poco se me vino otra imagen muy clara para entender algo más sobre ese modo de presencia de Dios. Me contaron que una persona a quien quiero mucho estaba pasando por una situación muy difícil, y que posiblemente querría hablar conmigo. No podía llamarla yo, y generalmente el único medio de comunicación que tengo con ella es el internet, así que abrí literalmente todos los canales que se me ocurrieron: skype, gmail, facebook… y esperé. Pasé todo el día haciendo diferentes tareas, mientras miraba de reojo cada una de las ventanitas que tenía abiertas y verificando si llegaba algún correo. Para la noche no había recibido señales de vida, y sólo podía intuir la complejidad de la situación, pedir por las personas involucradas y ‘sentir’ con ellas. Y entonces entendí. Así nos espera Dios. Mantiene sus ventanas abiertas; su foquito verde está permanentemente encendido, con tal de que yo también ‘abra’ mi chat.  La pregunta es si nosotros nos conectamos o no. Si yo no me conecto, da lo mismo que del otro lado alguien espere y su estado sea ‘visible’.

¿Qué necesitamos para conectarnos? Quizás el simple esfuerzo de buena educación de dejar lo que estamos haciendo, cerrar nuestras otras ‘ventanas’ y tomar conciencia. Respirar profundo. Callarnos.
Un muy buen comienzo para el encuentro.

Por favor, síguenos y comparte: