ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael Bárcenas SJ |

En las diferentes religiones existen diversos modos de orar. Hay maneras de hacerlo en voz alta, en voz baja o en silencio. Se puede rezar a solas o junto con otros. Podemos estar de pie, sentados, hincados, en posición yoga o postrados; también hay quien ora mientras camina a paso lento y meditativo. Algunos rezos tienden a la absoluta inmovilidad, otros son ágiles y de bruscos movimientos, como los derviches en Turquía o concheros ymatachines en México. Rezamos a modo de acción de gracias por tanto bien recibido o pidiendo evitar lo malo. Pedimos oraciones para recuperarnos de alguna enfermedad o salir bien en algún examen. Pedimos por nosotros mismos o por nuestros seres queridos, también por desconocidos que atraviesan calamidades.

s interesante ver como, en el fútbol, algunos jugadores hacen rezos o visibles jaculatorias. El ´Chicharito´ antes de iniciar un partido se hinca a media cancha, eleva la mirada y pone sus manos en forma de súplica. Otros se persignan al entrar al campo o antes de tirar un tiro penal. Messi, después de meter un gol (golazos, por lo regular), señala con los índices de las manos y con la mirada al cielo, allá desde donde su abuela lo acompaña. Famosa fue la foto en donde aparece el turco, Arda Turan, rezando durante la tanda de penaltis ante el Bayer Leverkusen: en aquella ocasión sus ruegos surtieron efecto y el Atlético de Madrid se alzó con la victoria, pasando a la siguiente fase en la Champions del torneo anterior.

Hacemos oración para sintonizarnos a las frecuencias de las alturas. En estos días me llamó la atención la solicitud de oraciones que hizo el Papa Francisco en varios momentos de su gira por Cuba y Estados Unidos. Después del histórico discurso que dio en el Congreso de EUA, salió al balcón del Capitolio y desde ahí se dirigió a la multitud. Después de saludar, pidió que rezáramos por él. Esto lo ha hecho desde el primer momento que, recién elegido Papa, saludó a los que estaban en la explanada de la Basílica de San Pedro, en Roma. Ahora, en Washington, DC, reconociendo que entre los ahí reunidos quizá no todos fueran cristianos o creyentes, su manera de dirigirse a ellos fue la siguiente: “Si hay entre ustedes algunos que no creen o que no pueden rezar, les pido que me envíen buenos deseos”.

¿Por qué nos pide el Papa que recemos por él? Me imagino que, dentro de la tradición ignaciana de la cual procede, su manera de orar y de dirigirse al Eterno Señor de todas las cosas (EE 98), es para recibir ese amor y Gracia que es necesaria y suficiente para enfrentar lo que sea y lo que venga. También, me imagino, para sortear las adversidades y las “malas vibras” que su forma de proceder genera en algunos.

Me parece que la clave para entender la razón por la cual el Papa pide que recemos por él, la encontramos en la visita que hizo a la Escuela de Nuestra Señora de los Ángeles, en Harlem, Nueva York. Ahí, ante alumnos y profesores, les dejó una tarea, unhomework: “Es un pedido sencillo pero muy importante: no se olviden de rezar por mí para que yo pueda compartir con muchos la alegría de Jesús”.

Así las cosas, pido por Messi para que se recupere de su lesión y para que pronto vuelva y meta esos goles que, aunque nos tenga acostumbrados, no dejan de sorprendernos. También pido por el Papa Francisco para que siga siendo testigo de la misericordia y portador de la alegría de Jesús y que, aunque nos tenga acostumbrados, no deja de sorprendernos con sus gestos de sencillez, cercanía y humildad que tanto inspiran. Y si hacemos oración o meditación o como le llamemos al modo de sintonizarnos con las alturas, que nos ayude a ser mejores seres humanos y nos dé cierta mística y actitud para enfrentar la vida, venga como venga.

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