Por Luis GARCÍA ORSO |

La foto de familia en que todos salen contentos, abrazados, sonriendo, ¿reproduce verdaderamente la realidad de esa familia o es sólo un instante artificial? La película sueca Fuerza mayor inicia con una foto: los papás, Tomas y Ebba, y sus dos hijos pequeños, ella y él, iniciando sus vacaciones en un hermoso lugar nevado de los Alpes franceses, provistos de todo lo necesario para un lugar de privilegiados. Los vemos en el primer día tan unidos, contentos, guiados por la seguridad y experiencia del papá, acostados tiernamente los cuatro en la misma cama. El segundo día, mientras están tomando el almuerzo en la terraza del restaurante, se da en la montaña de enfrente una avalancha provocada para acondicionar más nieve. Ante el susto de los comensales, Tomas dice muy seguro: “Todo está bajo control”, y a partir de ahí, ya nada será igual. El alud controlado desata un alud emocional imparable en la familia, especialmente en la relación de Tomas y Ebba.

La película va narrando fríamente –como el mismo escenario alpino- lo que va sucediendo cada día, paso a paso, en el matrimonio y en las amistades que encuentran en el hotel. La grandiosidad del paisaje va haciendo cada vez más pequeños y frágiles a los personajes; su pericia para esquiar contrasta con la dificultad para manejar sus sentimientos y relaciones; los espacios abiertos imponentes los va revelando personas cerradas ante los otros; el hotel y las vacaciones de lujo se vuelven claustrofóbicos. Los espectadores somos testigos cercanos de esos cinco días, sabemos lo que ha sucedido, oímos la versión de cada uno de los protagonistas, tenemos nuestra propia valoración de los hechos, pero cada uno de nosotros también comienza a sentirse turbado, incómodo, molesto, por más de dos horas: la avalancha también llega al espectador.

El director sueco Ruben Östlund ha logrado una de las mejores películas del año 2014 por su estilo narrativo, pero también por atreverse a desvelar y cuestionar la imagen acostumbrada del papá héroe, modelo, guardián, guía seguro, y de la madre comprensiva, acogedora, soporte familiar. Un hecho accidental cotidiano que no depende de ellos dos hace explotar lo que hay en verdad en su relación de pareja y cuánto llevan introyectado el egocentrismo en sus relaciones y el miedo a reconocerse frágiles y necesitados en una sociedad de negación de los otros. La película ayuda a meditar lo que el Papa propone en su mensaje sobre la comunicación (23 de enero 2015): “La familia es, más que ningún otro, el lugar en el que, viviendo juntos la cotidianidad, se experimentan los límites propios y ajenos, los pequeños y grandes problemas de la convivencia, del ponerse de acuerdo. No existe la familia perfecta, pero no hay que tener miedo a la imperfección, a la fragilidad, ni siquiera a los conflictos; hay que aprender a afrontarlos de manera constructiva”.

Al final del filme , los protagonistas han de aprender no a deslizarse sobre la nieve sino a caminar juntos como gente común y limitada.

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