Por Fernando PASCUAL |

 

Es héroe el que muere por salvar a un herido, por defender a un débil, por proteger a un familiar injustamente amenazado, por ayudar a un extraño, por apagar un incendio, por luchar por la Patria ante agresiones destructivas.

También es héroe quien asume un día y otro y otro los mil sacrificios de la vida cotidiana, los deberes propios que surgen en el hogar y en el trabajo.

Porque, junto al heroísmo “grande” de quien arriesga todo por defender sus sanos ideales y por hacer triunfar la justicia, existe ese heroísmo “pequeño” de lo cotidiano, de lo sencillo, de lo pequeño.

Es el heroísmo de quien cada día va al trabajo para mantener a la propia familia y para ayudar a otros desde sus deberes como obrero, campesino u oficinista.

Es el heroísmo de quien, en casa, limpia, zurce, cocina, ordena, piensa cómo organizarlo todo de la manera más eficiente y más hermosa.

Es el heroísmo de quien dedica lo mejor de su tiempo y de su corazón para ayudar a un anciano, para acompañar a un familiar enfermo, para llevar al parque a un minusválido.

Es el heroísmo de quien tiende la mano al emigrante, al pobre, al vagabundo, incluso a quien ha faltado a la justicia y ahora necesita rostros que perdonen, que comprendan, que rescaten.

Es el heroísmo de quien sufre en silencio por tantos hechos inexplicables pero que, sobrellevados con paciencia y con espíritu de perdón, sacan adelante una familia, una empresa, un país.

Hay muchos heroísmos en lo cotidiano, que no salen en la prensa, que no aparecen en las redes sociales, que no brillan en un mundo donde sólo lo escandaloso o lo extraordinario recibe aplausos.

Pero ese heroísmo para andar por casa, de cada día, construye puentes, mantiene en pie ciudades, alegra corazones y da sentido a la vida. Porque, en definitiva, ese heroísmo agrada a Dios, amigo de los sencillos y humildes, y enciende esperanzas en tantos corazones hambrientos de cariño…

Por favor, síguenos y comparte: