“En todos lados, pero sobre todo allí donde reina la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, los cristianos están llamados a dar testimonio de este Dios que es amor” y a “ser los artesanos de una paz fundada en la justicia”.

Estas palabras pronunciadas por el Papa después de la apertura de la Puerta Santa de la catedral de Bangui son casi una explicación de la decisión de Francisco de “anticipar” el inicio del Jubileo de la Misericordia en un país, como la República Centroafricana, ensangrentada por la guerra civil y afligida por la pobreza, no obstante posea grandes riquezas naturales. Un país de donde hacer un pedido  “a todos aquellos que usan injustamente las armas de este mundo”, para que depongan y se armen de la justicia, del amor y de la misericordia, auténticas garantías de paz”.

“Bangui se convierte en la capital espiritual del mundo”, dijo el Papa delante de la Puerta Santa, antes de abrirla. Bangui –repitió- se vuelve la capital espiritual de la oración. El Año Santo de la Misericordia viene en forma anticipadas a esta Tierra. Una tierra que sufre desde hace varios años por la guerra y el odio, la incomprensión, la falta de paz. Pero en esta tierra sufrida están también todos los países que están pasando a través de la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. Todos nosotros pedimos paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. Para Bangui, por toda la república Centroafricana, para todo el mundo, para los países que sufren la guerra ¡pedimos la paz! Y todos juntos pidamos amor y paz. ¡Todos juntos!- La multitud repitió “amor y paz” en lengua sango- Y ahora con esta oración comenzamos el Año Santo: aquí en esta capital espiritual del mundo, hoy”.

Amor, perdón y justicia fueron el centro de la tarde del Papa que, antes de celebrar la misa en la catedral con sacerdotes, consagrados, catequistas y jóvenes, se dirigió a la Facultad teológica evangélica de Bangui (FATEB). “El “escándalo” de la división entre cristianos en un país que desde hace mucho tiempo está marcado por las pruebas y la violencia que causan tanto sufrimiento. A menudo he llamado a esto el ecumenismo de la sangre. Todas  nuestras comunidades sufren indistintamente por la injusticia y el odio ciego que el demonio desencadena; y querría en esta circunstancia expresar mi cercanía y mi solicitud hacia el Pastor Nicolás, cuya casa fue recientemente saqueada e incendiada, así como también lo fue la sede de su comunidad. En este contexto difícil, el Señor no cesa de enviarnos a manifestar a todos su ternura, su compasión y su misericordia. Tal sufrimiento en común y tal misión en común son una ocasión providencial para hacernos progresar juntos en el camino de la unidad, y son también un medio espiritual indispensable. ¿Cómo el Padre rechazaría la gracia de la unidad, si bien aún imperfecta, a sus hijos que sufren juntos y que en diversas ocasiones o circunstancias, se dedican juntos en el servicio a los hermanos?”

La idea fue repetida y reafirmada durante la misa, con la exhortación a los cristianos a dar testimonio “también y sobre todo allí donde reinan la violencia, el odio, la injusticia y la persecución”. Lo escuchaban en la iglesia, también dos líderes musulmanes.

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