Por Luis GARCÍA ORSO, S.J. |

Diane es una viuda cuarentona, libre y explosiva, que trata de mantener su empleo coqueteando con el jefe; Steve, su hijo de 15 años, es un chico hiperactivo y, por tanto, muy semejante a su madre: libre y explosivo, demasiado explosivo. Mommy es la historia del encuentro entre madre e hijo en el momento en que Diane decide que su hijo permanezca con ella en casa, y ya no más en una clínica de atención a menores con este síndrome conductual. Dos protagonistas indiscutibles: la madre, el hijo, o viceversa, pero en situaciones que rompen con los comportamientos ‘normales’ en la sociedad. Al inicio de la película, en los primeros estallidos de gritos, palabras altisonantes, agresiones verbales, franqueza sin límites, el espectador se sentirá seguramente incómodo, molesto, desconcertado, pero si vence sus propias resistencias es invitado a descubrir algo mayor y más hondo que lo que vemos y oímos, es invitado a compartir muy de cerca el amor mutuo de hijo y madre: el amor que quiere el bien del otro, que habla con la verdad, que pide intimidad pero también libertad.

La patología del joven Steve se expresa en un exceso de energía que rompe y transgrede los límites de lo ordinario en los comportamientos sociales y que irrita y provoca conflictos alrededor; pero en esta situación de exceso y a la vez de opresión de un adolescente, en este caudal que se quiere aprisionar, el curso de la vida encuentra un punto de remanso y de serenidad que ayuda a no explotar y a no perder la identidad personal. Esto lo va a ofrecer el tercer personaje principal de la historia: Kyla, la señora vecina. Al contrario de Steve y de Diane, Kyla es una mujer callada, tartamuda, reprimida, aislada. Diane le pide que dé clases particulares a Steve. Al encontrarse los tres e irse conociendo y apreciando, surgirá lo único que puede llegar a sanar un mundo roto, violento, desquiciado: el amor y la convivencia auténtica entre personas. Con sutil ironía, el director echa abajo también aquí el modelo tradicional de una sociedad patriarcal y de aquello que pone orden social, y elige a una mujer tartamuda y marginada para darle cauce de madurez y equilibrio a unas vidas que parece no lo hallan.

Todo el estilo cinematográfico que elige el director canadiense, Xavier Dolan, está en función de la historia narrativa y de sus protagonistas: la cámara en mano, los colores brillantes, el formato que recorta la pantalla para hacernos sentir la restricción a la libertad explosiva de Steve, y luego la música que subraya o da un contrapunto a la narración, con una selección tan libre y contrastante como Dido, Lana del Rey, Celine Dione o Bocelli, y Oasis y su canción Wonderwallque se convierte en el himno de la historia: “Hay tantas cosas que me gustaría decirte pero no sé cómo. Porque tal vez tú vas a ser la única que me salve”.

Mommy tiene unas secuencias tan magistralmente logradas que es capaz de irritarte y luego enamorarte, de agredirte y luego abrazarte con ternura, y dejarte desgarrado, partido, seducido. El genio de esta obra se llama Xavier Dolan, sólo tiene 25 años, ésta ya es su quinta película, y con ella ganó la Palma del Jurado en Cannes 2014.

 

Por favor, síguenos y comparte: