Dios es “la gran belleza” eterna, pero los hombres algunas veces caen en la tentación de divinizar las cosas “de acá” o sus “costumbres, sin pensar que esto terminará”. Lo dijo el Papa Francisco durante la misa celebrada esta mañana en la casa Santa Marta, partiendo de las “idolatrías” evidenciadas en las lecturas del día.

La primera Lectura (Libro de la sabiduría 13,1-9) y el Salmo (Salmos 19 (18),2-3.4.5), “los cielos narran la belleza de Dios”, evidenció Francisco, hablando “de la belleza de la creación”, pero también subrayando “el error” de “aquella gente que en estas cosas bellas no es capaz de mirar más allá o sea a la trascendencia”. Una actitud en la cual se atisba “la idolatría de la inmanencia”. Se detienen en una belleza “sin un más allá”. “Se aferraron a esta idolatría; se maravillan por un estupor, por su potencia y energía. No pensaron cuánto más superior es su soberano, porque las ha creado. Aquel que es el principio y autor de la belleza. Es una idolatría mirar las bellezas -que son muchas- sin pensar que tendrán un crepúsculo. También el crepúsculo tiene su belleza… Y esta idolatría de estar aferrados a las bellezas de acá, sin la trascendencia, todos nosotros corremos el peligro de tenerla. Es la idolatría de la inmanencia. Creemos que las cosas, así como son, son casi dioses, que no terminarán más. Nos olvidamos del ocaso”.

La otra idolatría, “es la de las costumbres”, de las cuales habla Jesús (Lc 17,26-37), allí donde describe la vida de los hombres y de las mujeres en tiempos de Noé o a los de Sodoma: “comían, bebían, tomaban mujeres los hombres, las mujeres maridos”, sin ocuparse de otra cosa, hasta el momento que llegó el diluvio o la lluvia de fuego. “Todo es habitual. La vida es así: vivimos así, sin pensar en el ocaso de este modo de vivir. También ésta es una idolatría: estar aferrado a las costumbres, sin pensar que esto terminará. Y la Iglesia nos hace mirar al fin de estas cosas. También las costumbres pueden ser pensadas como dioses. ¿La idolatría? La vida es así, vamos adelante así…  Y así como la belleza terminará, nuestras costumbres terminarán en una eternidad, en otra costumbre. ¡Pero, está Dios!

En cambio, es necesario dirigir la mirada “siempre más allá”, a la “costumbre final”, al único Dios que está más allá “del fin de las cosas creadas”, como enseña la Iglesia en estos días que concluye el Año litúrgico, para no repetir el error fatal de mirar a las espaldas, como sucedió a la mujer de Lot, teniendo la certeza que “si la vida es bella, también el crepúsculo será igualmente bello”.

“Nosotros – los creyentes- no somos gente que vuelve atrás, que cede, sino gente que va siempre adelante”. “Ir siempre adelante en esta vida, mirando las bellezas y con las costumbres que tenemos todos nosotros, pero sin divinizarlas. Terminarán…Son estas pequeñas bellezas, que reflejan la gran belleza, nuestras costumbres para sobrevivir en el canto eterno, en la contemplación de la Gloria de Dios”.

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