Por Felipe MONROY, Director Vida Nueva México |
“¿Qué hacía Dios antes del Big-Bang?”,pregunta el comediante.
“Le decía a la prensa que todo lo tenía bajo control…”
Volkswagen es la segunda compañía automotriz con mayor volumen de producción en el mundo; hace ocho años anunciaba con bombo y platillo sus nuevos modelos diesel que, además de abaratar el consumo de combustible, prometía ser altamente eficiente y menos contaminante. Su compromiso, además de comercial era aparentemente ético y responsable con el medio ambiente. Sin embargo, un estudio (casi un accidente) de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos reveló que desde el 2009, 11 millones de sus automóviles diesel contaban con un “dispositivo de defensa” que reducía las emisiones contaminantes sólo cuando se realizaban las pruebas de verificación; al salir, simplemente los automóviles contaminaban muy por encima de lo permitido por las autoridades.
Ahora, en medio del escándalo, el grupo automotriz ha perdido credibilidad, valor de sus acciones, ha salido el CEO y probablemente sus problemas financieros se agudicen al retirar de las calles las unidades manipuladas, recompensar a sus clientes y pagar las multas que los gobiernos decidan imponerles por hacer trampa. ¿Qué tiene esto que ver con la Iglesia?
Aparentemente poco, pero si este escándalo tiene que ser una lección para toda la sociedad, principalmente para las grandes organizaciones, algunos organismos eclesiales podrían reconocer una que otra similitud con el problema de la compañía automotriz alemana.
Más allá de la misión y la mística trascendente que debe tener cada asociación religiosa, es claro que su trabajo y operación debe funcionar bajo las reglas y los mínimos de convivencia ética y de responsabilidad social. Porque al hablar de ética y responsabilidad (ya no digamos santidad) sería odioso que se torciera el modo o la ley para sacar algo de ventaja tal como lo hizo la VW.
Ante los obispos norteamericanos, el papa Francisco habló sin nombrar directamente de los abusos sexuales, acusaciones de encubrimiento y problemas derivados de la mala actuación que se dio ante la gravedad de crímenes perpetrados por miembros del clero*. Dejó en el pasado el episodio al que llamó “momento oscuro en el itinerario eclesial” y reconoció en los obispos de Estados Unidos “la valentía con que los han afrontado […] sin temer a la autocrítica ni evitar humillaciones y sacrificios, sin ceder al miedo de despojarse de cuanto es secundario con tal de recobrar la credibilidad y la confianza propia de los Ministros de Cristo, como desea el alma de su pueblo”.
Aunque esta crisis –como muchas otras dentro de los organismos de Iglesia- no ha concluido, es muy atinado el comentario del pontífice: para recobrar la credibilidad y confianza es preciso asumir las humillaciones y sacrificios, y despojarse de todo lo que en momentos de bonanza se cree indispensable pero es, en el fondo, accesorio.
Hay ejemplos aparentemente menos complejos que el de la pederastia en la Iglesia pero sus consecuencias podrían ser mayores si se minimizan como, en algún momento se intentó con aquel: En una reunión de varias parroquias, cierto obispo quería ‘valorar’ el trabajo con jóvenes que habían hecho los párrocos. Solo una iglesia logró juntar jóvenes para acudir al encuentro con el obispo. Para no dejar en mal a los vecinos, los chicos tomaron por propia una parroquia que no conocían, a la que no pertenecían, para llenar el ojo al obispo visitante. Se tuercen un poco las reglas para simular un buen desempeño, justo como intentó mentir la VW.
En otros casos, aún más delicados, se le da vuelta a la ley para eludir responsabilidades financieras o para sacar ventaja económica de una forzada interpretación de las fisuras de la regla. También se llega a ejercer doble rasero con las penas previstas: a unos se les aplican como lápida, a otros con inexplicable suavidad. Ambas, sin embargo, provocan indignación.
El problema de Volskswagen está lejos de resolverse y sus consecuencias no sólo afectarán a los del apellido alemán, será natural sospechar de todas las compañías automotrices y de sus armadoras (no hay que olvidar que una de las principales armadoras de VW está en México). Ante esto es normal también investigar y denunciar con mucha claridad, sin traicionar la verdad por los compromisos con tufillo de corrupción que puedan adquirirse en el camino. También, ni hablar, hay que asumir nuestra cuota de vergüenza, asumir la crítica, comprender la pérdida de confianza y el que mucha gente nos dé la espalda cuando le hemos traicionado.
Un analista del ramo automotor reflexionaba: “No sé qué decir, es una pena; pero entre Donald Trump y Volkswagen, desafortunadamente los periodistas y los cómicos tienen mucho trabajo”. Así funciona para todo fenómeno que causa escándalo, también los de la Iglesia, y hay que reconocer que si no se deja hacer su trabajo a los periodistas entonces habrá que soportar algo más a los comediantes, que suelen ser aún más mordaces y cáusticos en su oficio.
*Lo abordaría días después en el Encuentro Mundial de Familias tras reunirse con víctimas de abuso sexual cometido por sacerdotes. Ante cardenales y obispos participantes reconoció que esos escándalos no pueden permanecer en secreto y prometió que los responsables afrontarían consecuencias.