Cercanía, sentimientos demisericordia, mirada amorosa: con este testimonio de vida podemos evangelizar, hacer experimentar la belleza de una vida vivida según el Evangelio y el amor de Dios que se hace concreto a través de sus ministros”: son palabras del Papa al recibir en audiencia en la Sala Regia en el Vaticano, a los participantes en el Congreso sobre formación de sacerdotes promovido por la Congregación para el Clero, en ocasión del quincuagésimo aniversario de los Decretos Conciliares “Optatam Totius” y “Presbyterorum ordinis”.

En su discurso el Papa explica que estos dos decretos no son una evocación histórica sino una semilla que el Concilio Vaticano II ha sembrado en la vida de la Iglesia y que en el curso de estos 50 años ha dado frutos “que embellecen la Iglesia de hoy”.

“Optatam Totius”  “Presbyterorum ordinis” han sido recordado juntos como las dos mitades de una realidad única: la formación de los sacerdotes, afirma el Pontífice.  Y recordando que fue el Papa Benedicto XVI quien atribuyó a la Congregación para el Clero la competencia sobre los seminarios subraya que el camino de la santidad de un sacerdote empieza en los seminarios.

Tras afirmar que la vocación del sacerdocio es un don que Dios da a algunos para el bien de todos, Francisco analiza a través del “Presbyterorum ordinis” la relación entre sacerdotes y las demás personas, citando un extracto de la carta a los Hebreos: “Los presbíteros, tomados de entre los hombres y constituidos en favor de los mismos en las cosas que miran a Dios para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados, moran con los demás hombres como con hermanos”.

El Papa considera entonces estos tres momentos: tomados de entre los hombres; constituidos en favor de los hombres; presentes con los demás hombres.

En primer lugar, el Papa explica que el sacerdote es un hombre nacido en un “contexto humano”. Los sacerdotes tienen una historia – afirma – no son hongos que nacen al improviso en la catedral en día de su ordenación. Por lo tanto – prosigue el Obispo de Roma – es importante que la formación sea personalizada. Y en este sentido recuerda a la familia como“centro de pastoral vocacional”, “Iglesia doméstica y primer lugar de formación humana donde puede germinar el deseo de una vida concebida como camino vocacional”. La formación humana – continúa – es una necesidad para los sacerdotes para que aprendan a no dejarse dominar por sus límites sino más bien a hacer fructificar sus talentos.

Sacerdotes “constituidos en favor de los hombres”: respondiendo a la vocación de Dios, los hombres se transforman en sacerdotes para servir a los hermanos y hermanas, puntualiza el Pontífice. Saber y recordar el ser “constituidos para el pueblo ayuda a los sacerdotes a no pensar en sí mismos, a ser pastores no funcionarios”.

Finalmente, el sacerdote está siempre en medio de los hombres, porque – dice el Papa – lo que ha nacido del pueblo en el pueblo debe quedarse. “Somos sacerdotes para estar en medio de la gente”, afirma, y subraya que “el bien que los sacerdotes pueden hacer, nace de la cercanía a la gente y de un tierno amor por las personas”, del ser “padres y hermanos”.

¿Si el Señor volviera ahora donde me encontraría? ¿Mi corazón dónde está? Son las preguntas que propone Francisco como examen de conciencia a los sacerdotes. La respuesta a esta pregunta – dice – puede ayudar a cada sacerdote a orientar su vida y su ministerio hacia el Señor.

En la conclusión de su discurso el Papa confía que el fruto de los trabajos del este Congreso pueda ser ofrecido a la Iglesia como útil actualización de las enseñanzas del Concilio, dando una contribución a la formación de los sacerdotes que el Señor querrá donarnos, para que sean buenos sacerdotes según su corazón y ¡no funcionarios!

 

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