Por Juan GAITÁN| @FalsoConFalso
El evangelio del Segundo Domingo de Adviento nos presenta a Juan el Bautista proclamando junto al profeta Isaías: «Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas». (Lc 3, 4b). Pero creo que éstas son palabras peligrosas por lo siguiente:
Desde que éramos niños, no sé si correcta o incorrectamente, nos han dicho en el catecismo frases como: “Dios quiere que seas un niño bueno”, “A Dios le gusta que obedezcas a tus papás”, “Dios se pone triste si te peleas con los demás”. Y resulta que lo que Dios quiere se acaba reduciendo a que no rompamos un plato. ¿El cristianismo se trata de esto?
La palabra «conversión» («cambiar de mentalidad», «cambiar de camino») podría traernos a la mente un limitado “tengo que dejar de pecar”. Con esto, ¿lograremos enderezar nuestras sendas?
Propongo a continuación tres ideas para vivir el Adviento que nos pueden explicar qué significa la expresión que da título a este texto:
Integrar el cristianismo a todas las dimensiones de nuestra vida: Enderezar las sendas significa que el Evangelio y el deseo de construir el Reino de Dios dirijan nuestra vida personal, familiar, social, académica o laboral, eclesial (participación en la Iglesia), apostólica (servicio concreto a las comunidades que todo cristiano debería realizar), etc. Que todas esas «sendas» de nuestra vida estén conducidas por Cristo.
Integrar el cristianismo a nuestra toma de decisiones: Cada decisión que tomamos nos presenta varios caminos. Enderezar las sendas significa elegir el que nos conduzca más directamente a Dios –o al Cristo que se encuentra en los más necesitados–. Ser católico no es un simple portarnos bien, rezar en la mañana o en la noche e ir a misa el domingo; ser católico implica que cada decisión que tomes, ya sea pequeña (la actitud durante día, cómo ocupar los ratos libres) o grande, esté inspirada por el Amor, la misericordia y la justicia.
Reconocer la presencia de Dios nuestras vidas: Enderezar las sendas también quiere decir caminar junto a Dios, darnos cuenta cómo él va con nosotros. Saber interpretar las situaciones del mundo y de nuestra propia vida con una mirada de fe. Tenerlo presente. Pobre senda será la que ignore a Dios durante todo el día y lo recuerde solamente en pequeños lapsos de poca trascendencia.
Estos tres puntos los podría resumir del siguiente modo que, al igual que la vez anterior, personalmente será mi “frase de la semana”: «Que todos los caminos me lleven a Dios». Es decir, que todo lo que decida hacer sea un paso hacia adelante para encontrarme con Él. Esto, queda claro, es mucho más que ese “pórtate bien” de cuando éramos niños. Enderecemos nuestras sendas y que todos los caminos que elijamos nos lleven a Dios.
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