«El abrazo del amor de Dios» siempre está a la espera, para dar el perdón, porque «Dios nos ama primero» y ye espera “así como eres». Así lo dijo el Papa Francisco durante la misa de esta mañana en Casa Santa Marta, inspirado en la primera carta del apóstol Juan, donde teje una larga reflexión sobre los dos mandamientos principales de la vida de fe: el amor de Dios y el amor al prójimo.

Dios, volvió a repetir el Papa, ama y ama siempre primero, no importa que seamos pecadores. El amor, la compasión. Cuán diferente podemos entender Dios y el hombre. El amor por sí «es hermoso, el amar es hermoso», asegura el Papa, y el amor sincero «se fortalece y crece en el don de la propia vida». «La palabra» amor «es una palabra que se utiliza tan a menudo y no se sabe, cuando se utiliza, lo que significa exactamente. ¿Qué es el amor? A veces pensamos en las telenovelas amor, no, eso no parece amor. O el amor puede parecer un entusiasmo por una persona … y luego se apaga. ¿De dónde viene el amor verdadero? Todo aquel que ama, es nacido de Dios, porque Dios es amor. No dice: ‘Todo el amor es de Dios, no: Dios es amor».

Juan enfatiza una característica del amor de Dios: el ama «en primer lugar». Prueba de ello es la escena del Evangelio de la multiplicación de los panes, propuesto por la liturgia: Jesús miró a la multitud, y él «siente compasión», que «no es lo mismo que tener pena». Porque el amor que Jesús tiene por las personas a su alrededor» le lleva a “sufrir con ellos, a involucrarse en la vida de las personas». Y este amor de Dios, no precedido por el amor del hombre, tiene mil ejemplos, con Zaqueo, Natanael, el hijo pródigo. «Cuando tenemos algo en nuestros corazones y queremos pedir perdón al Señor, es Él quien está esperando para dar el perdón. Este Año de la Misericordia es un poco de esto: «sabemos que el Señor está esperando por nosotros, todos nosotros. ¿Para qué? Para abrazarnos. Nada más. Para decir: ‘Hijo, hija, te amo. Dejé que crucificarán a mi Hijo por ti; este es el precio de mi amor’. Este es el regalo de amor».

«El Señor me está esperando, el Señor quiere que abra la puerta de mi corazón»: esta certeza se debe tener «siempre». Y si surgen escrúpulos de no sentirse dignos del amor de Dios, «es mejor porque Él te está esperando, tal como eres, no como tú dices ‘tienes que ser'». «Ir al Señor y decir: ‘Pero tú sabes Señor que Te amo’. O si no puedes decirle de esta manera: ‘Tú sabes Señor que quiero amarte, pero yo soy tan pecador, tan pecadora’. Y Él va a hacer lo mismo que hizo con el hijo pródigo que ha gastado todo el dinero en vicios, no le permitirá terminar su discurso, te silenciará con un abrazo. El abrazo del amor de Dios».

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