ESPIRITUALIDAD DEL CINE | Por Luis GARCÍA ORSO SJ |

En la campiña francesa, una comunidad de Religiosas tiene un orfanato para niñas sordomudas. Ahí llevan sus padres a una adolescente sordomuda pero además ciega. Su nombre Marie Heurtin. Sólo el nombre parece humano, porque toda ella es como un pequeño animal salvaje. Cuando Sor Marguerite, una joven religiosa enferma, la conoce trepada en un árbol, siente que Dios la llama a liberar a esa ‘alma encarcelada’.

Comienza entonces la larga batalla de Marguerite por liberar, educar, humanizar, la vida de Marie. Y sabe que sin afecto, sin cercanía, sin paciencia y tenacidad, no lo podrá conseguir, y sin los únicos sentidos que Marie puede usar: el tacto y el olfato, para llegar así a las sensaciones del corazón. Como un nuevo nacimiento para Marie, a los nueve meses del acompañamiento puede llegar a nombrar las cosas con el lenguaje de señas. Toda la historia de la película es una encarnación de la Religiosa en la vida de la joven salvaje; es la pedagogía del tacto y de los afectos, del encuentro y la cercanía, que va llenando de belleza, de luz, de alegría la película.

El director de este hermoso itinerario espiritual y humano es el francés Jean-Pierre Améris. Con un lenguaje cinematográfico rico de imágenes, gestos, pequeños detalles, luminosidad, la película va tocando más y más el corazón y se transforma en una honda contemplación de lo que es capaz de hacer un ser humano para serlo en verdad, y de lo que es educar y acompañar a alguien. Pone en imágenes fílmicas lo que nos propone el Papa Francisco en su exhortación La alegría del Evangelio: “Hemos de darle a nuestro caminar el ritmo sanador de proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana” (E.G. 169)

Marie es la energía indómita que necesita encontrar su cauce; Marguerite es la fragilidad que no se rinde y se hace fuerte para la entrega. Ambas almas están llamadas a la comunión para hallar algo mejor. Pero cuando Marguerite enferma gravemente, siente la contradicción entre seguir con su misión con Marie o rendirse ante el cansancio. Mas la vida auténtica es rebeldía y humildad, es resistencia y aceptación, y el aprendizaje ha de seguir para ambas mujeres, hasta el final. Las dos mujeres van aprendiendo a salir de sí mismas, a hacerse libres, a entregar su corazón a otro ser humano, a no sólo tocar sino acariciar la vida, a buscar a Dios en todo y gozarlo en la misión cumplida.

 

Luis García Orso, S.J.

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