»Misericordia quiero y no sacrificio». Las obras de misericordia en el camino jubilar». es el título del Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2016 (10 de febrero-20 de marzo). Partiendo de la cita del evangelio de san Mateo, el Santo Padre desarrolla su mensaje en tres apartados: María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada; la alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia y las obras de misericordia.
El documento, fechado el 4 de octubre, festividad de san Francisco de Asís, concluye invitando a todos a no perder este este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión y pidiendo para ello la intercesión de la Virgen María, la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina confesó su propia pequeñez reconociéndose como la humilde esclava del Señor.
Francisco recuerda que en la Bula de convocación del Jubileo invitó a que »la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios» . «Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa »24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética».
El Papa subraya, en su mensaje, la relación entre misericordia y el anuncio kerygmático, el primer anuncio que »siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis»: «La Misericordia entonces »expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» , restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él».
Francisco subraya que «nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que »el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina» .
Y enfatiza que «En el pobre, en efecto, la carne de Cristo »se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado».
El Santo Padre expresa que «La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales».