Por Juan GAITÁN| @FalsoConFalso |

Es sabido que el sacramento de la Reconciliación se encuentra en un estado de crisis por diversas razones: no sabemos confesarnos, no queremos confesarnos, malentendemos el concepto de pecado e, incluso, por estos mismos motivos, muchos sacerdotes ya no quieren confesar o dedican el menor tiempo posible a ello.

El Año de la misericordia invita a este sacramento, sobre todo lo hará a partir del 10 de febrero, cuando comenzará la Cuaresma. Por eso creo importante reflexionar sobre algunos comentarios acerca de la Confesión que he escuchado repetidas ocasiones y que me parecen de lo más triste.

Los padrinos

He escuchado que cuando una persona será padrino o madrina de alguien que celebrará su primera Comunión, o su Confirmación o Matrimonio, se le pide: “Debe venir confesado, porque tiene que poder comulgar ese día.”

En definitiva me parece una razón pobre, es tirarle a lo mínimo, cuando el Evangelio habla de entregas máximas. Pienso que sería distinto que el encargado de preparar a los padrinos dijera: ¡Qué gran alegría será para ustedes participar del sacramento estando en plena comunión con Dios! ¡Compartir el mismo Cuerpo y la misma Sangre de Cristo con su ahijado! ¡Dios los espera!

Los misioneros

Otro caso es el de los misioneros en Adviento o en Cuaresma. He escuchado incontables veces a coordinadores de grupos juveniles decir: “Para la misión todos llegan confesaditos por favor, porque la gente tiene que verlos comulgar en las misas y celebraciones.”

¿Esa manera de acercarse a la Reconciliación será una intención adecuada? ¿Cumplir en apariencia con la expectativa de las personas que verán al misionero en misa?

Tanto teológicamente como por experiencias personales, creo que la confesión en los misioneros habría de proponerse en razón de que la «fuerza espiritual» (la gracia) con la que llega un misionero confesado a la misión de uno que no se acercó al sacramento, es sustancial. No es lo mismo anunciar a quien es la razón de tu existir, que a quien te exige un “trámite” para poder comulgar.

El caso del hijo pródigo

La razón por la que volvió el hijo pródigo a casa del padre fue el hambre, no precisamente el amor por su padre. El padre, en cambio sí estaba esperando al hijo por amor. Cualquier razón, entonces, es válida para volver a Dios.

¿Entonces, son válidas o no las razones que critico en los párrafos anteriores? Lo son (la validez del sacramento depende de si hay o no hay arrepentimiento real y propósito de enmienda); pero, desde mi punto de visa, son motivos pobres

No es lo mismo confesarse para alimentarse del Cuerpo de Cristo, para volver a la casa del Padre, que para que “me vean” alimentarme o volver a la casa del Padre. Como Iglesia deberíamos replantearnos la pastoral acerca de este sacramento que todos realizamos, comenzando por el testimonio personal sobre la Confesión.

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