IGLESIA Y SOCIEDAD | Por Raúl LUGO RODRÍGUEZ|

El 11 de enero de 2016 se cumplen 20 años de existencia de la Escuela de Agricultura Ecológica ‘U Yits Ka’an’: Un katún de caminar junto a las y los campesinos mayas de la península de Yucatán para promover la producción de alimentos limpios, para fortalecer la soberanía alimentaria de las familias y los pueblos, para hacer crecer la conciencia ecológica, para construir oportunidades de vida digna para cientos de familias mayas.

No dejo de agradecerle a Dios por haberme llamado a participar de este trabajo. Mis aprendizajes al lado de las familias campesinas son innumerables. Es una fortuna inmerecida haber encontrado en mi camino esta manera inusual de vivir el ministerio de presbítero y abrevar de la sabiduría de los pueblos originarios. La bendición ha sido, debo reconocerlo, por partida doble: trabajar en el equipo de derechos humanos Indignación AC, organización que este año cumplirá 25 años, complementa a la perfección las dos aristas que han marcado mi vida: promover la producción de alimentos sanos y la conciencia ecológica, por un lado, y promover y defender los derechos humanos del pueblo maya, por el otro, apuntando de manera inequívoca a la construcción de su autonomía y su libre determinación. No puedo más que agradecer esta acción de la Gracia de Dios en mi vida.

Son muchos los sentimientos que se me agolpan en estas fechas. Por eso no diré aquí nada nuevo. Repetiré, mejor, un texto que ya les habia compartido en este mismo sitio: las palabras de bienvenida que dirigiera yo a las y los campesinos reunidos en la sede central de Maní en el más reciente Intercambio de Saberes, Semillas, Animales e Instrumentos de Labranza, en abril de 2015, en su quinta edición marcada por el entonces reciente fallecimiento del entrañable escritor uruguayo Eduardo Galeano. Quizás este breve discurso me permita compartir el nudo de emoción que hoy llena mi garganta.

“Bienvenidas y bienvenidos a nuestro quinto intercambio de saberes y semillas. La familia U Yits Ka’an está de fiesta y nos alegramos porque estamos juntos y juntas hoy, como todos los años, quienes creemos que el futuro de nuestra alimentación debe estar en nuestras manos y no en aquellas de las compañías transnacionales que quieren adueñarse de la industria alimentaria.

“Este encuentro lo dedicamos, desde lo más hondo de nuestros corazones, a recordar a Eduardo Galeano, el uruguayo universal recientemente fallecido que visitó esta escuela en el año de 2010 y cuya palabra resuena todavía en este patio central. Galeano es un personaje raro, como un mago, un brujo que adivinaba nuestros pensamientos colectivos y los pasaba al papel. A Galeano le apasionaba el medio ambiente. Por eso se sintió en su casa cuando visitó esta escuela. En uno de sus muchos libros, uno que se llama “Úselo y tírelo”, Galeano expresó: «Este sistema de vida que se ofrece como paraíso y que está fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Las empresas transnacionales decretaron cuál era, según ellos, la solución del problema del desarrollo: Extirpación del comunismo, implantación del consumismo. La operación ha sido un éxito, pero el paciente (que es la especie humana, que es la naturaleza entera) se está muriendo». A Galeano, pues, por estas y otras muchas lúcidas palabras, le dedicamos esta edición de nuestro intercambio.

“Estamos aquí para intercambiar materiales que puedan servirnos en nuestra vida de campesinos y campesinas. Nos reunimos por nuestra propia voluntad. En este tiempo en que los de arriba marcan el calendario con las elecciones y los partidos reparten un dinero que no es suyo en regalos que envenenan la convivencia en nuestras comunidades, nosotros reconocemos que para salvar nuestras vidas, para construir nuestro pueblo, para vivir dignamente como mayas, contamos solo con nosotros mismos. Nos une el amor a nuestra Madre Tierra. Nos une el rechazo a verla convertida en una simple mercancía.

“En el futuro, el panorama no es alentador. Muchas nubes oscurecen el horizonte de nuestros pueblos. Pero mientras los gobernantes de los grandes países le dan la espalda a su propia especie y se niegan a trabajar en el mejoramiento del clima, nosotros, campesinos y campesinas mayas, miembros de la familia U Yits Ka’an, no nos dormimos. Sabemos que la alimentación pasa por nuestras manos campesinas. Sabemos que cada planta, cada animal, cultivados y cuidados con respeto, son la fuente de vida que brota de la Madre Tierra. Son el alimento que sostendrá a nuestras familias.

“Pueden las grandes compañías pretender llenar nuestros campos de agroquímicos, con falsas promesas de producción abundante. No les creemos. Sabemos que esa abundancia no es más que veneno para nuestros hijos e hijas, veneno para nuestra Madre Tierra. ¡Que con nosotros no cuenten! Aquí están nuestras manos y nuestras trojes. En ellas resguardaremos las semillas nativas, las que cultivaron los abuelos de nuestros abuelos, las que garantizarán nuestro futuro y nuestra sobrevivencia. Las semillas criollas, mejoradas con nuestro trabajo, son un tesoro que nos comprometemos a conservar y aumentar.

“Lo nuestro es el intercambio, no la compra-venta. No sólo de semillas, sino de saberes, de conocimientos ancestrales, de pasión por la vida. Intercambiamos porque creemos que los productos naturales no tienen precio, que el trabajo humano no puede reducirse a lo que se cuenta con monedas. Pero intercambiamos, sobre todo, porque necesitamos reconstruir la soga, el cuxan suum, la soga viviente. Necesitamos creer en nosotros mismos, organizarnos con nuestros propios modos y formas, rescatar nuestra dignidad del futuro de humillación y olvido al que quieren condenarnos.

“Cada quien trae hoy el fruto de su trabajo, de sus horas al sol trabajando la tierra, de su fatiga y de sus esfuerzos. Los queremos compartir porque compartiéndolos, como hizo en otros ayeres un campesino judío, los multiplicamos. Hoy nos decimos los unos a los otros, en presencia del corazón del cielo, del corazón de la tierra, que aquí estamos dispuestos a dar la batalla por la soberanía alimentaria, por ser un pueblo libre que pueda vivir con dignidad. Las semillas que intercambiaremos son semillas de resistencia cultural, de autonomía, de vida digna para todas nuestras familias y nuestras comunidades. Comencemos la fiesta”.

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