El Arzobispo David Moxon, director del Centro Anglicano en Roma, fue invitado a compartir la bendición con el Papa Francisco de Roma y el Arzobispo Gennadios del Patriarcado Ecuménico durante una liturgia con motivo de la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Aquí, el Arzobispo David reflexiona sobre el momento sin precedentes.
Anoche el Arzobispo Gennadios y yo fuimos invitados por Francisco para participar de la entrega de la Bendición Pontificia.
Esto se llevó a cabo frente a una congregación de 3 mil o más personas en la Basílica de San Pablo Extramuros, el lugar de celebración de la última jornada de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos en Roma. Nos llamaron a un lado del trono papal y dijo “vamos a compartir esto juntos”. Recibió su báculo papal, comenzó la oración y levantó la mano. El Arzobispo Gennadios (el representante del Patriarca Ecuménico) y yo levantamos las manos también. Fue increíblemente conmovedor ser parte de lo que (creo) era una invitación sin precedentes, que dijo mucho más incluso que las palabras que se recitaban en realidad.
Esta invitación sugirió que la bendición de Dios y la gracia de Dios fluyen a través de nuestra diversidad en este momento de unidad. Sería un error leer demasiado en lo que pasó, pero en los minutos que siguieron a la conclusión del servicio, fue la comidilla de la noche. A mí me parece un signo muy conmovedor e inolvidable, y evocador de nuestra unidad esencial en el bautismo y de nuestro deseo de compartir las bendiciones de Dios cada vez que hay oportunidad; para bendecir y ser bendecido porque pertenecemos a la Iglesia del Dios Uno y Trino, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
El poder de esta acción fue precedida por una homilía directa del-corazón, en la que Francisco dijo:
“Como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Católica, quiero pedir misericordia y perdón por la conducta de los católicos hacia los cristianos de otras Iglesias que no ha reflejado los valores del Evangelio. Al mismo tiempo, invito a todos los hermanos y hermanas católicos a perdonar si, en la actualidad o en el pasado, han sido ofendidos por otros cristianos. No podemos anular lo que ha sucedido, pero no queremos dejar que el peso de las culpas pasadas continúen contaminando nuestras relaciones. La misericordia de Dios renovará nuestras relaciones”.
Esto desafía inmediatamente a los cristianos que no son católicos romanos para responder de la misma manera, pidiendo perdón por los errores que hemos hecho y las heridas que hemos infligido en el cuerpo de Cristo. Esta confesión mutua automáticamente trae a luz un sentido del perdón, gracia y esperanza y podemos estar más cerca de lo que estábamos antes debido a esto. Tal movimiento de la gracia es en verdad una bendición que todos podemos compartir.