Por Juan Gaitán |
Si esta celebración de la Pascua no te está cambiando en nada, algo está sucediendo mal. A los discípulos les dio un entendimiento completamente nuevo de su vida y del compartir que habían experimentado con Jesús. Ahora sí que entendían tantas cosas.
Me imagino el coraje que habrán sentido los discípulos de Jesús al verlo partir: ¡Tanto tiempo caminando junto a Él y no nos dimos cuenta!
Del mismo modo, me pregunto si nosotros, discípulos en el siglo XXI, no habremos ya pasado de largo junto a Jesús. Pienso en Dios diciéndonos: ¿viste a la anciana pidiendo limosna? Era yo, ¡y no te diste cuenta! El cuida coches del estacionamiento, el bolero del centro, era yo, ¡y no te diste cuenta!
Celebrar la Pascua en una comunidad indígena de la sierra me confrontó. Pondré dos ejemplos tomados de casos reales.
-En mi búsqueda por un empleo, estuve preocupado por obtener alguno con prestaciones de ley para contar con seguro médico. Don Juan es agricultor y catequista. Él, a diferencia de mi situación, padece diabetes e insuficiencia renal. Los medicamentos le cuestan 2mil pesos por semana. Las hemodiálisis 3mil. 5mil en total sin contar el transporte de la sierra a la ciudad. Don Juan comentó a sus hijos que él vivirá hasta que el dinero alcance.
¿Qué habría hecho un discípulo que logra ver en don Juan el rostro de Jesucristo: preocuparse por sus prestaciones o mover cielo mar y tierra para que la vida de don Juan no dependiera del dinero?
-Hace unas semanas el viento sopló fuerte en muchas regiones del país. Recuerdo haber estado al pendiente de si debía presentarme a trabajar y a la universidad al día siguiente. Así podría descansar un día.
En la sierra de Puebla –y seguramente en muchos lugares más–, el viento no causó suspensión de clases, sino que causó que muchas casas perdieran sus techos de lámina. Algunas incluso sus muros de débiles materiales.
Con estos ejemplos no quiero decir que está mal preocuparse por las cosas propias. Tampoco que no hay que sufrir porque “de seguro habrá quien esté peor”. No. Lo que quiero decir es que conviene que esta Pascua, a la luz de la resurrección, a la luz de los ojos que logran ver a Cristo com-partiendo el pan, nos preguntemos: ¿los ojos con los que estoy mirando la realidad son adecuados?, ¿miro la vida en perspectiva de entrega cristiana?
Los discípulos de Emaús estaban ciegos, muertos anímicamente. Lo mismo el cristiano que no logra ver a Jesús resucitado y, por tanto, comprometerse con su Evangelio pues ése es el camino a la bienaventuranza. La resurrección de Jesús no fue un acto de magia, sino un hecho que irrumpió la historia. Irrumpió la manera como las personas entendían la existencia.
Si la Pascua no nos cambia nada, algo está sucediendo mal.
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