AYUDA A LA IGLESIA QUE SUFRE |
Este 2016 se cumplen 90 años del fusilamiento de los cuatro primeros mártires de la Guerra Cristera que tuvo lugar en México entre 1926 y 1929, y que fueron canonizados por Juan Pablo II, durante el Jubileo del año 2000.
Se trata del sacerdote diocesano José Luis Batis Sainz, quien fue ejecutado al lado de tres laicos: Manuel Morales quien era padre de familia, Salvador Lara Puente, y David Roldán Lara, cuyas reliquias se veneran en Chalchihuites, Zacatecas, donde fueron pasados por la armas, sin juicio previo, el 15 de agosto de 1926. Luego, seguiría una larga cadena de mártires mexicanos.
En aquellos años de persecución religiosa, en México surgió un movimiento conocido como la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa que ayudó a organizar a la sociedad civil a favor de este derecho humano fundamental, y que hoy ya está garantizado en la Constitución Política.
Mártires contemporáneos
Sin embargo, aquellas ensangrentadas páginas de nuestra historia nos invitan a seguir meditando sobre el sufrimiento que aun padecen miles de personas en el mundo, cuando por distintas causas, se persigue a la gente a causa de su fe, como ocurre en países como Siria, Irak, China, o en algunas partes del norte de África.
El Informe 2014 sobre libertad religiosa que prepara cada dos años la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada o que Sufre, revela que el cristianismo es la religión más perseguida, principalmente en países musulmanes, o a causa de gobiernos dictatoriales, como en Corea del Norte.
Esta Fundación, creada poco después de la II Guerra Mundial, por encargo de Pío XII, presta ayuda a la Iglesia en aquellos lugares donde es perseguida o en donde subsiste de manera precaria, ya sea porque constituye una minoría religiosa, o porque los misioneros, alejados de las grandes ciudades, tienen toda clase de carencias.
Una forma de poder ayudar a la Iglesia necesitada es mediante el estipendio de misas, que pueden celebrar sacerdotes de cualquier parte del mundo, incluso Gregorianas, y por las propias intenciones de la persona que las encarga.
Al recordar a estos primeros cuatro mártires de la Cristiada en México, rezamos por aquellas personas que permanecen en sus países de origen y se mantienen fieles a Cristo, a pesar de las amenazas de muerte que pesan sobre ellos, con la esperanza de que pronto se restablezca la paz y puedan vivir conforme al principio universal de libertad religiosa.
Que San José Luis Batis y sus tres compañeros mártires intercedan por ellos, y toquen la generosidad de quienes mediante sus donaciones, hacen posible que la Iglesia de Cristo permanezca en aquellos países.