La Universidad Iberoamericana Ciudad de México colgó en el vestíbulo del Aula Magna San Ignacio de Loyola la obra plástica Ad Maiorem Dei Gloriam (A la mayor gloria de Dios), en memoria de los seis jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador (UCA), entre ellos su entonces Rector, Dr. Ignacio Ellacuría Beascoechea, asesinados durante la guerra civil salvadoreña.

La colorida imagen tiene una primera sección donde retrata el contexto, la Guerra Civil de El Salvador –representado con militares y campesinos apuñalándose unos a otros–; en la parte inferior izquierda muestra a un pueblo movilizado, luchando por la paz y la justicia, y a la derecha se ve a los seis jesuitas y dos de sus colaboradoras asesinados –en el jardín de la casa que habitaban dentro del campus universitario.

El cuadro está dedicado al ejemplo de los sacerdotes Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Amando López, Ignacio Martín Baró, Juan Ramón Moreno y Joaquín López y López, en el marco del 27 aniversario del martirio de dichos hombres, así como de Julia Elba Ramos y su hija Celina, las dos colaboradoras domésticas que murieron junto con ellos cuando un comando especial del ejército de El Salvador ingresó a la casa de los jesuitas de la UCA, en la madrugada del 16 de noviembre de 1989.

El Rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, maestro David Fernández Dávalos, S.J., explicó que la obra surgió de la necesidad de dar testimonio físico en la Ibero, y mostrar dentro de ésta signos evidentes, externos y accesibles sobre la  historia y tradición de la Compañía de Jesús en el mundo, y particularmente en América Latina, de la que es heredera esta universidad.

En esa historia e inspiración de la Compañía los mártires jesuitas de El Salvador tienen un papel importante, pues fueron asesinados por plantear una estrategia de paz durante la guerra, desde una postura rigurosa y académica. De ello da testimonio el cuadro, que se  dispuso en un lugar muy visible para que muchas personas de la comunidad Ibero, alumnos, académicos y visitantes externos, “puedan preguntarse justamente qué tiene que ver nuestra universidad con ese hecho fatal de aquellos días”, dijo el maestro Fernández.

En la ficha que acompaña al cuadro se puede leer: Con la sangre de los jesuitas y las dos mujeres, derramada en elalma mater construida por el intelectual (Ellacuría), sus equipos y su tiempo, se vivió el momento más alto –o quizá más transparente– de la cercanía de la universidad de inspiración cristiana con el mundo de los pobres y los excluidos.

“Esa es una inspiración para nosotros, porque el trabajo académico que realizamos en la Universidad Iberoamericana debe tener como referencia última el bienestar de las mayorías, concretamente el bienestar de las mayorías populares y los grupos excluidos; eso le da sentido a nuestro trabajo de docencia, vinculación e investigación”.

Es además un recuerdo, para docentes y estudiantes, de que las universidades jesuitas existen para ayudar a resolver los problemas más acuciantes de la sociedad. Que las universidades no existen para sí mismas, ni para cultivar el saber por el saber, “sino para cultivar el saber y el conocimiento para aportarlo, para lograr sociedades más justas, equitativas, participativas y felices para la gente, particularmente para los que más padecen la realidad”.

Monseñor Romero

Por otra parte, en la Capilla Universitaria San Francisco Javier se colgó un retrato de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, mártir salvadoreño, sacerdote católico, arzobispo metropolitano de San Salvador y defensor de los derechos humanos, asesinado mientras oficiaba misa, el 24 de marzo de 1980 (también en el contexto de la guerra civil de El Salvador).

“El próximo día 23 de mayo se va a cumplir un año de la beatificación de monseñor Romero, y nos parece que es una buena ocasión para colgar este segundo cuadro, junto con el de los jesuitas; porque los jesuitas no se entienden sin Romero, y Romero no se entiende sin los jesuitas”.

La efigie del beato representa a la Iglesia cercana a los pobres, la Iglesia de base y comprometida socialmente, inspiradora también del modo en que la Ibero quiere ser como universidad.

“Al estar dentro de la capilla suscita que aquellos que tienen una fe religiosa, que van ahí a encontrar consuelo o espacio de paz, reflexionen también sobre la motivación profunda de la fe cristiana, y eso se los puede proponer la figura de monseñor Romero”, mencionó Fernández Dávalos.

De los pintores

Antonio Ramírez, creador de la pintura A la mayor gloria de Dios, es un hombre mayor de edad –tiene cerca de 80 años–, quien como artista plástico siempre se ha dedicado a reivindicar los movimientos sociales y los movimientos populares. Él y su esposa Domitila, una pintora indígena que firma con el nombre “Domi”, son  muy conocidos en el occidente de México. Sus pinturas retratan el esfuerzo de los pueblos por organizarse, por reivindicar sus derechos.

Ramírez participa en Colectivo Callejero, integrado por artistas populares que exponen con mucha frecuencia en Jalisco. Actualmente está creando unos murales en el Palacio Municipal de Zapotlán El Grande, hoy Ciudad Guzmán, Jalisco.

Felipe González Aguilera Ferguz, autor del retrato de monseñor Romero ubicado en la capilla de la Ibero, es un pintor michoacano entre cuyas obras más conocidas tiene un mural de Chavela Vargas en Garibaldi.

En la pintura que adorna una de las paredes de El Tenampa, cantina tradicional del Centro Histórico de la Ciudad de México –a la que Vargas acudía con frecuencia–, Ferguz inmortalizó a la cantante costarricense al lado de los artistas Frida Kahlo, Joaquín Sabina, Pedro Almodóvar y Miguel Bosé.

Información de la Universidad Iberoamericana

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