ESPIRITUALIDAD DEL CINE | Por Luis GARCÍA ORSO SJ |

Tomás viaja de Canadá a Madrid para visitar a Julián, su amigo de juventud, a quien no ha visto en varios años. Ambos pasan de los cincuenta años. La visita solo será de cuatro días, mismos que pasarán juntos en la rutina cotidiana de Julián: vive solo, separado de la esposa; tiene cáncer terminal y está preparando su partida. Uno de sus primeros pendientes es que su perro Truman quede en buenas manos.

Tomás y los espectadores vamos siguiendo muy de cerca esos días de Julián, de preocupación por su perro, visita al médico, actuación en teatro, despedida de amigos distantes, visita al hijo en Amsterdam, arreglo en la funeraria, etc. Esto que podría ser fácilmente un drama lacrimógeno, en manos del talentoso director catalán Cesc Gay se convierte en una historia enormemente agradable, emotiva, simpática, llena de humanidad y de esperanza. Julián sabe que le queda poco tiempo de vida, y decide no vivirlo deprimido, enfermo y triste, sino abrazando y disfrutando la vida cada día: la de encuentros y despedidas, café y cervezas, sorpresas y sonrisas, reconciliaciones y amores. Truman no es una película sobre la muerte, sino sobre cómo despedir la vida.

Y en la vida, las personas que amamos y los amigos son lo más importante. Julián es el amigo inmensamente libre y Tomás el amigo fiel y perplejo; así, los cuatro días de Julián y Tomás, en esa rutina cotidana de las cosas simples y ordinarias, se vuelve un canto a la amistad: canto hecho de silencios, palabras, gestos, tiempos perdidos en compañía, preguntas e ironías, diferencias y respeto, y un corazón que guarda para siempre lo que juntos han compartido.

Se dice que el mejor amigo del hombre es un perro, y aquí está Truman, unbullmastiff: ese perro guardian tranquilo, fuerte, fiel, bonachón, muy observador, poco ladrador pero eficaz. Así que Truman representa al mejor amigo, pero Tomás es la personificación de Truman. En medio de su desconcierto, preocupación y temor ante la muerte, ha de aprender que lo único que se le pide es seguir siendo el amigo leal, y que la vida es para vivirla con alegría y esperanza. En realidad, a ambos les espera un viaje de regreso, y de regreso a su familia.

Truman es una inmensa y emotiva historia, pero hecha toda ella como se hace una vida verdadera: con honestidad, con sencillez, con amor, con libertad, sin estridencias, ni competencias, ni engaños. Para lograrlo tiene nada menos que a dos de los mejores actores contemporáneos de habla española: Ricardo Darín y Javier Cámara (premiados en el festival de San Sebastián y con los Goyas 2016). Dos grandes que seguro disfrutaron enormemente el rodaje porque estaban en lo suyo: en ese ejercicio sobresaliente de contención para no generar pena sino simpatía, y dejar que la humanidad se trasluciera en cada gesto; y en la reivindicación de ese hombre ordinario y corriente que, ante lo más trascendental que le puede suceder, sabe que no hay nada mejor que contar con un buen amigo.

Luis García Orso, S.J.

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