ESPIRITUALIDAD DEL CINE | Por Luis GARCÍA ORSO SJ |

Un etnólogo alemán, enfermo y débil, busca una rara planta medicinal, la yacuruna, y para ello acude a un joven chamán, Karamakate, que escapó del exterminio de su pueblo, en el noroeste colombiano de la selva del Amazonas. Cuarenta años después, en 1949, siguiendo las investigaciones del alemán, un etnobotánico norteamericano llega al viejo Karamakate, también en búsqueda de la yacuruna. Dos expediciones largas, difíciles, de retos y cuestionamientos, de aprendizajes y descubrimientos, fundidas en una sola narración, aunque la separen cuarenta años, como mítico encuentro y desencuentro del pasado y el presente, de las culturas aborígenes americanas y los blancos advenedizos, del encuentro y desencuentro de cada uno consigo mismo. La hermosa fotografía en blanco y negro ayuda sobremanera a sumergirnos en ese ambiente extraño y fascinante.

Navegando en una balsa a través del Amazonas o internándose en la selva, los dos etnólogos cargan el peso de varias cajas de libros, notas, dibujos, especies recolectadas, objetos personales, pero también el peso de sus obsesiones, ansiedades, ideas dominantes, ambiciones. “Ustedes los blancos viven atados a sus cosas; pero no se aprende de las cosas, se aprende de los sueños”, dice el chamán. “Yo nunca sueño; yo soy un científico, no puedo seguir sueños”, responde el etnólogo.

Un viaje que deviene así una lucha para liberarse de la diosa razón, para no encerrar la vida en unas fórmulas, para recibir sueños que nos den horizontes; para aprender de otros, de los distintos, de los que no están en nuestra civilización decadente. Para hacernos pisar esta realidad, la película recrea dos secuencias fuertes y cuestionadoras: una, de antiguas catequesis a niños indígenas de parte de celosos frailes misioneros; otra de los ritos de una secta mesiánica y fanática. En ambas palpamos los prejuicios, ignorancias, violencia, que nos impiden comprender al otro distinto y respetar su vida y su cultura, en aquella época pero también ahora; palpamos aquello que nos impide ser verdaderamente humanos, con uno mismo y con los otros. En medio de la desazón que viven los personajes –y también nosotros-, la sabiduría del viejo Karamakate va llenando de paz la historia.

El viaje será, entonces, un aprendizaje, una iniciación, una liberación, si se está dispuesto a dejarse guiar. Y lo primero –dice el chamán- es “saber escuchar”; escuchar a la naturaleza: el agua, la tierra, el aire, las plantas, el silencio. Los científicos, pero también nosotros espectadores, hacemos el viaje, nos dejamos llevar, hacemos silencio, entramos en el misterio de lo que es mayor que nosotros.

El joven director colombiano Ciro Guerra realiza ésta su tercera película, inspirada en los diarios de Theodor Koch-Grunberg (1872-1924) y de Richard Evans Schultes (1915-2001), dos etnólogos que pasaron varios años de su vida investigando las culturas amazónicas. La película fue nominada al Oscar como mejor filme extranjero, y ha recibido unos 20 premios en festivales de cine, como en Cannes, La Habana, Mar del Plata, Sundance, Rotterdam, Montreal.

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