Por Antonio MAZA PEREDA | Red de Comunicadores Católicos |

Algunos hechos inéditos están ocurriendo en estos últimos días. Algo raramente visto en nuestra vida política. Y que valen la pena de reflexionar largamente. Uno, el presidente pide perdón por el manejo del escándalo de la “Casa Blanca”. El otro, una población actúa violentamente contra los bloqueos. ¿Qué nos dicen estos hechos de cambios cualitativos en la compleja guerra por la sucesión en el 2018?

En nuestro país raramente se ha visto que la clase política haya pedido perdón. Y menos al nivel del primer mandatario. Los políticos han hecho de todo: los ha habido ineptos, los ha habido corruptos, los ha habido omisos. Y rarísimamente han pedido perdón por esto. Han apostado al olvido, al tradicional olvido de los mexicanos. La clase política, la nueva clase que describe magistralmente Milovan Djilas, se siente tan por encima de la población que no ve ninguna razón para pedir perdón por los hechos de sus miembros. Y este, tristemente, es el sentir de nuestros partidos políticos.

En el campo de lo internacional, se ha visto a Japón pedir perdón por las atrocidades cometidas en Korea en la segunda guerra mundial, Ángela Merkel pide perdón a los judíos del mundo por los actos de los Nazis y también a las víctimas de los neonazis. Y Juan Pablo II pidió perdón por los actos de la Inquisición, por el trato a Galileo, a los hebreos y por otros pecados de la Iglesia. Sin ser algo común, tampoco es desusado que se den esas peticiones de perdón.

En México, solo en 1982 se vio a un Presidente pedir perdón a los pobres, por no haber podido sacarlos de su situación. Y lo hizo en un Informe Presidencial. Un hecho que no tuvo credibilidad, ni siquiera por las lágrimas que derramó el presidente. Tal vez porque su petición de perdón se vio más como un recurso oratorio que como un hecho real.

Ese es el riesgo actualmente. En términos generales, no se ha tomado en serio el que el presidente haya pedido perdón, y la reacción muy virulenta de muchos en las redes sociales lo demuestra. El efecto positivo hacia el presidente ha sido mínimo y seguramente se reflejará en las próximas encuestas de opinión.

El perdón, es algo muy peculiar. Se puede solicitar, pero el ofendido no está obligado a darlo por el mero hecho de que se le pida perdonar. Además los expertos en el tema confirman que el perdón aunque se dé sinceramente, no forzosamente va acompañado del olvido. Para que el perdón se dé, quien lo pide debe lograr que se perciba un sincero arrepentimiento y llevar a cabo acciones que demuestren lo sincero de ese arrepentimiento, por ejemplo: actos de restitución del daño causado y que den certeza de que ese hecho no se repetirá. Algo que ha faltado en estos asuntos que comento.

Sí, no basta con pedir perdón. Hay que actuar de modo que se genere la certeza de que esos hechos no se vuelvan a dar. Los actos recientes de la legislatura rechazando el fondo de la petición del “3 de 3” y el veto parcial del Presidente al pedir que no se incluyera a empresarios en esa ley pero dejando intacta la nulificación del fondo de la petición de la ciudadanía encarnada en la propuesta del “3 de 3”, no son como para crear confianza. Mucho menos para generar la impresión de un arrepentimiento sincero. El sistema anticorrupción es un paso, a lo mejor importante. Pero nadie lo ve como una garantía de que la corrupción se vaya a reducir. En todo caso, como ya ha ocurrido antes, al subir el riesgo del corrupto, subirá el costo de la mordida.

El otro hecho inédito y muy preocupante son los hechos de San Juan Chamula. Un sector de la población agrede a bloqueadores de la carretera en esa población. Antes de 24 horas, el presidente municipal de ese poblado y uno de sus ayudantes son asesinados. Es posible que sean hechos aislados aunque, se dice, en política no hay coincidencias.

La población está verdaderamente harta de pagar por los diferendos políticos del país y por la falta de efectividad de las autoridades. Los linchamientos que han ocurrido no han sido entendidos ni atendidos adecuadamente. En la CDMX, la acción de la policía en los bloqueos ha sido para proteger a los bloqueadores. Habría que especular que sucedería si la policía se retirara y dejara a los bloqueadores a merced de transeúntes y automovilistas. Todos, manifestantes y autoridades están jugando con fuego. No hay que permitir que el hartazgo y el enojo sigan creciendo. Quitarle a una parte importante de la población una parte significativa de sus derechos, para defender a minorías, tiene consecuencias. Ojalá me equivoque.

En conjunto, creo que la clase política sigue sin entender que no entiende. Sigue sin escuchar a los que tiene que escuchar, porque sigue escuchando a los que siempre ha escuchado. Y eso ya dejó de ser suficiente.

@mazapereda

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