Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |

En estos días hemos escuchado el anuncio del Papa Francisco referente al nombramiento de 17 nuevos cardenales para la Iglesia católica, entre los cuales se encuentra el Arzobispo de Tlalnepantla, Estado de México (mi diócesis de vivienda), Carlos Aguiar Retes. Su nombramiento no ha sido una sorpresa para nadie (a diferencia de la nominación de Bob Dylan como premio Nobel de literatura, esa sí que fue una sorpresa para todos). Se podría decir que fue la crónica de una nominación cardenalicia anunciada.

El Arzobispo Aguiar Retes ha ocupado algunos de los cargos más importantes de la Iglesia católica latinoamericana, netamente como Presidente del Episcopado Mexicano y como Presidente del Episcopado Latinoamericano, entre otros puestos relevantes. Y si bien es un hombre inteligente, no es un pastor que “huela o oveja” como dice el Papa Francisco. Más bien es un clásico “príncipe” de la Iglesia católica mexicana. Dentro de poco será cardenal, tal vez de la Ciudad de México, pero no creo que pueda aprovechar el puesto tan importante que tendrá para hablar de manera profética ante los desafíos que vivimos ahora en nuestro país. Amigo cercano del presidente Enrique Peña Nieto, lo acompañó y presentó al Papa durante la visita de éste a Roma, donde anunció su matrimonio religioso con Angélica Rivera y también fue uno de los obispos que participó en la boda religiosa de nuestro presidente. Claro está que después del muy criticado Cardenal Norberto Rivera, cualquiera que venga después de él no tendrá dificultad en hacer un papel más destacado.

Es muy distinta la nominación para nuevo Superior General de la Compañía de Jesús, el sacerdote venezolano Arturo Sosa S.J, crítico al presidente de su país Nicolás Maduro, y gran defensor de la justicia y de los Derechos Humanos. Jesuita cercano por su pensamiento y acciones a otro de los grandes de la compañía de Jesús como lo fue el P. Pedro Arrupe.

Considero que dadas las actuales circunstancias del mundo necesitamos de lideres religiosos y políticos cada vez más comprometidos con su gente. Personas de la talla de José Mujica o Raúl Vera, por citar dos ejemplos. No necesitamos príncipes del poder sino servidores de su pueblo.

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