Por Georg EICKHOFF |

El Padre Arturo Sosa Abascal, venezolano de Caracas, es el nuevo Padre General de los jesuitas, electo el pasado 14 de octubre. En su vida, la opción preferencial por los pobres fue realmente opción. Su familia no es pobre; los caraqueños no dudan en llamarla «aristocrática».

Además de optar por los pobres, en su vasto trabajo académico y pastoral, el Padre Sosa optó también por la política. Por si los jesuitas no fueran ya muy políticos, ahora tienen un General con doctorado en Ciencias Políticas, y por la Universidad Central de Venezuela (UCV), nada menos.

La gran universidad de Caracas es para Venezuela lo que la UNAM es para México. Muchas gobernantes del Siglo Veinte en Venezuela, los que marcaron la nación y la siguen marcando hasta hoy, en estos tiempos de dictadura chavista, pasaron por esta universidad nacional hegemónica.

En la UCV, el nuevo General de los jesuitas tuvo roce con todas las clases sociales y con la izquierda intelectual. Se hizo aún más caraqueño, más venezolano y más político. Es un jesuita para el gobierno y tiene experiencia de gobierno en importantes instituciones de su orden, como por ejemplo la Universidad Católica del Táchira y la Universidad Católica Andrés Bello. Sosa se va a entender bien con el jefe político del Vaticano, el Secretario de Estado Pietro Parolin a quien conoció cuando este fue Nuncio en Venezuela (2009-2013).

Es un buen jesuita y también es un buen político, tal como lo describe el jesuita Baltasar Gracián (1601-1658) en su librito «El político». «Digo político prudente, no político astuto, que es grande la diferencia», así Gracián.

Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, fue aristócrata. Francisco de Borja, tercer General de la Compañía, fue alto aristócrata y hasta fue Virrey de Cataluña. Gracián, con la palabra «político», describe al Rey Fernando el Católico, bisabuelo de Borja. Llamándolo así quiere resaltar su inteligencia y circunspección. «Concurrió Fernando con príncipes de su genio, sagaces, atentos y políticos». Un verdadero político, según Gracián, es «universal en talentos, y singular en el de gobernar. Gran caudillo, gran consejero de sí mismo, gran juez, gran ecónomo, hasta gran prelado».

Antes de la elección, el General jesuita saliente, el español Adolfo Nicolás, había dicho que su sucesor debe tener «olor a pueblo, olor a biblioteca y olor a futuro». La biblioteca, la entiende como el lugar de la reflexión profunda que debe preceder la acción.

Los electores jesuitas han encontrado a alguien con este perfil. Tiene olor a Caracas. Tiene olor a la biblioteca de una universidad pública combativa. Tiene olor a debate democrático sobre un futuro más justo y más humano.

El Padre Sosa representa lo mejor de Venezuela y lo mejor de la Compañía de Jesús. Es un hombre de muchas experiencias de vida, un hombre que ama la vida. «Un príncipe vivo, que todo lo ve, todo lo oye, todo lo huele, todo lo toca», como decía Baltasar Gracián de «El político».

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