“A lo largo de su vida, María ha realizado lo que se pide a la Iglesia: hacer memoria perenne de Cristo… María expresa la riqueza de la misericordia divina, que va al encuentro de cada una de las necesidades cotidianas”, lo dijo el Papa Francisco a los participantes en la Vigilia de Oración Mariana en la Plaza de San Pedro, reunidos con ocasión del Jubileo Mariano.

El evento jubilar que inició este 7 de octubre, con la Solemne Celebración Eucarística en la Basílica de Santa María la Mayor, y culminará el próximo domingo, con la Santa Misa presidida por el Santo Padre en la Plaza de San Pedro.

En su homilía, el Obispo de Roma recordó los momentos fundamentales de la vida de Jesús, en compañía de María. “Con la mente y el corazón hemos ido a los días del cumplimiento de la misión de Cristo en el mundo. La Resurrección como signo del amor extremo del Padre – afirmó el Papa – que devuelve vida a todo y es anticipación de nuestra condición futura. La Ascensión como participación de la gloria del Padre, donde también nuestra humanidad encuentra un lugar privilegiado. Pentecostés, expresión de la misión de la Iglesia en la historia hasta el fin de los tiempos, bajo la guía del Espíritu Santo. Además, agregó el Pontífice, en los dos últimos misterios hemos contemplado a la Virgen María en la gloria del Cielo, ella que desde los primeros siglos ha sido invocada como Madre de la Misericordia.

Por muchos aspectos, la oración del Rosario – señaló el Obispo de Roma – es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la gracia. “Los misterios que contemplamos son gestos concretos en los que se desarrolla la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la meditación de la vida de Jesucristo, volvemos a ver su rostro misericordioso que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida. María nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia misma del Padre”.

Además, dijo el Santo Padre, María nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo. Ella fue elegida desde siempre para ser la Madre, aprendió a ser discípula. “Su primer acto fue ponerse a la escucha de Dios. Obedeció al anuncio del Ángel y abrió su corazón para acoger el misterio de la maternidad divina. Siguió a Jesús, escuchando cada palabra que salía de su boca; conservó todo en su corazón y se convirtió en memoria viva de los signos realizados por el Hijo de Dios para suscitar nuestra fe”.

Antes de concluir su homilía, el Papa Francisco invocó a nuestra tierna Madre del cielo, con la oración más antigua con la que los cristianos se dirigen a ella, sobre todo en los momentos de dificultad y de martirio. “Invoquémosla – dijo el Papa – con la certeza de saber que somos socorridos por su misericordia maternal, para que ella, gloriosa y bendita, sea protección, ayuda y bendición en todos los días de nuestra vida”.

Radio Vaticano

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