Misiones salesianas |

En medio de una guerra que dura ya más de cinco años y medio, los Salesianos de Siria se mantienen firmes en su propósito de mitigar los efectos de la guerra y el sufrimiento en los menores que visitan el centro juvenil o acuden a catequesis. Todos conocen de cerca la muerte de algún familiar y son conscientes de que cualquier momento puede ser el último. Por eso disfrutan del ambiente alegre y familiar con los Salesianos.

Además de las explosiones y los disparos, sólo hay luz y agua unas horas al día, y es muydifícil conseguir comida y medicinas. En medio de esta situación, los Salesianos se esfuerzan para que los niños vivan con la mayor normalidad posible. Los Salesianos están en presentes también en Damasco y Kafroun.

El superior de la comunidad salesiana en Alepo, el padre Georges Fattal, un religioso sirio, explicaba hace unos días a la publicación Alfa y Omega que en la ciudad símbolo de la guerra en Siria no tienen colegio, pero sí un oratorio y un centro juvenil para niños cristianos. Alepo es una de las ciudades donde se concentra la minoría cristiana de Siria.

El padre Georges explica que Alepo “está dividida entre los barrios controlados por elGobierno y aquellos en los que el poder lo tienen los rebeldes. Unos y otros luchan para extender su dominio”.

Los Salesianos intentan ayudar con comida a las familias de la parroquia. La guerra, sin embargo marca los tiempos de la vida en Alepo para los que no han podido huir ysobreviven a la violencia. “El viernes pasado iba a empezar la catequesis, pero se suspendió porque no era seguro ir”, asegura el padre Georges.

No es la primera vez que ocurre. En verano, alrededor de 900 menores y jóvenesparticiparon en las actividades del centro juvenil. “Intentábamos trasladarlos en autobús con muchas precauciones porque en algunos barrios había disparos”, explica el padre Pier Jabloyan, también sirio. Ir al oratorio en vacaciones les daba “algunas horas de alegría”. Sin embargo, a mediados de julio la situación se volvió demasiado peligrosa, y el oratorio cerró unos días. “Pasamos momentos duros”, cuenta el padre Pier.

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