AGENDA INTERNACIONAL | Por Georg Eickhoff |

 

 

Con el presidente y candidato Hugo Chávez moribundo, se celebraron elecciones presidenciales en Venezuela, el 7 de octubre del año 2012. El gobierno botó la casa por la ventana para volver a ganar esta elección. La campaña opositora de Henrique Capriles de aquel año estaba acompañada por una alegre canción que expresaba la esperanza y el sentir de mucha gente. “Está aclarando la mañana en Venezuela”, sonaba como el mantra de la difícil lucha democrática.

Pasé aquel domingo electoral en la ciudad de Caracas. Al levantarme muy temprano, como lo suelen hacer los venezolanos, quienes son verdaderos amantes de las elecciones, puse la canción a todo volumen para que se escuchara hasta en la calle. Compartía la esperanza que mis amigos venezolanos habían puesto en este día. Confieso que, desde entonces, no puedo escuchar la canción y me produce dolor físico solamente recordarla. Aquel 7 de octubre sentí que Venezuela se había metido a toda velocidad en un oscuro túnel y que le iba a costar muchos años salir de allí. Ahora, cuatro años después, ¿hay luz al final del túnel? ¿Qué sigue en la vida de Venezuela?

 

Pocos creen en soluciones pacíficas

Nadie cree en soluciones fáciles. Pocos creen en soluciones pacíficas. Todos ven inmensos problemas dentro de todos los escenarios posibles. Solamente un grupo pequeño alrededor del Presidente Nicolás Maduro anuncia cada día, junto con él, que mañana van a acabar con los problemas. Hay personas de buena fe que creen en el diálogo con la dictadura, al extremo de asignar al dictador el presídium del diálogo. Entiendo sus buenas intenciones, pero éstas nunca bastan.

Pase lo que pase, Venezuela está quebrada, está moralmente envilecida y sufre de una fuga de cerebros. Por otro lado, los venezolanos tienen todavía una gran fuerza de rebeldía y el gobierno ya no tiene medios suficientes para controlarla.

 

Venezuela está quebrada

Chávez quebró Venezuela. Su Plan Socialista de 2007, radicalizado en 2012, estipula la reducción de la economía privada para sustituirla por una economía estatizada. Su sucesor Maduro implementa este plan cumpliendo lo primero sin lograr lo segundo. Hay control de divisas, control de precios y una inflación descontrolada. Hay poca producción en el país. Casi todo se tiene que importar. Pero las importaciones se han vuelto impagables porque el ingreso petrolero se ha hipotecado ya en tiempos de Chávez. La producción petrolera ha decaído. Los precios internacionales del crudo son bajos. Por cada tanquero petrolero que parte de costas venezolanas, entran cada vez menos dólares al país porque buena parte del pago llegó hace tiempo, por adelantado, para financiar el Plan Socialista fracasado.

Venezuela se sigue endeudando y paga intereses extremadamente altos. Además, hay una inmensa “deuda” acumulada por el retraso de inversiones en toda la infraestructura del país desde carreteras, puentes y viviendas, pasando por hospitales y escuelas, hasta instalaciones eléctricas, de agua, gas e internet. Es imposible que Venezuela pague los gastos necesarios en los próximos años con medios propios. Por ende, lo que sigue en la vida de Venezuela son negociaciones con bancos internacionales y países garantes de créditos.

 

Venezuela está moralmente envilecida

Caracas es la capital más peligrosa del mundo. Venezuela se hunde en el crimen. Impera la impunidad. Las cárceles están sobrepobladas y bajo control de grupos delictivos. Se han convertido en academias del crimen. La clase media se ha replegado a zonas residenciales restringidas donde igualmente está asediada por criminales que vienen a robar y secuestrar. Cuando oscurece, casi nadie sale de su casa. Restaurantes y cines están vacíos, las tiendas cerradas.

Gran parte de la población vive en barrios informales o improvisados que reproducen historias familiares de exclusión, pobreza y criminalidad. Ser una persona decente en tal entorno es simplemente heroico. No todos alcanzan tal nivel moral y espiritual. La falta de trabajo ha creado una juventud ociosa y perdida. En contraste, también ha crecido una juventud noble, idealista y luchadora. Pero la tarea parece demasiado grande, hasta para los mejores. Por ende, lo que sigue en la vida de Venezuela, y creo que es posible, debe ser un proceso de recuperación nacional integral parecido al proceso de reconstrucción que ha logrado el vecino colombiano para salir del infierno de la guerrilla y de la droga. Si fue posible en Colombia debe ser posible en Venezuela.

 

Venezuela sufre de una fuga de cerebros

El caso de Colombia puede infundir esperanza a los venezolanos. Pero muchos ven el caso de su país peor que el colombiano y tienen razón. En Venezuela, todo el estado ya cayó en manos de criminales que se frotan las manos ante el éxodo de la gente decente y educada el cual adquiere cada día mayor volumen. La comunidad de los venezolanos en el exterior, también en México, está creciendo a ritmo acelerado.

En ello y en muchos otros aspectos, Venezuela no se parece a Colombia sino a Cuba, donde el gobierno promueve, desde hace tiempo, una política coherente de empujar a los ciudadanos disidentes al exilio. Por ende, lo que sigue en la vida de Venezuela es una división de la población en aquellos que viven en el territorio nacional y los emigrantes. Es cosa demasiado conocida para muchas naciones del mundo, México entre ellas. Para Venezuela, caída de golpe desde altos niveles de prosperidad, es una novedad.

 

Venezuela tiene fuerza rebelde

A diferencia de muchos países latinoamericanos, Venezuela tiene una historia de libertad, democracia y participación cívica. Los venezolanos ostentan una mentalidad de igualitarismo. El abandono del campo y la concentración de la población en ciudades modernas aconteció relativamente temprano en Venezuela. Las mujeres tienen un rol más fuerte en la sociedad que en países vecinos más tradicionales. Es difícil controlar la población, yo diría, “genéticamente rebelde” de Venezuela. El ensayo autoritario de Hugo Chávez no solamente fracasó sino dejó quebrado el país por intentar comprar un pueblo que es quizás sobornable como todos, pero más exigente que muchos. Por ende, creo que, en lo que sigue en la vida de Venezuela, aquel gen rebelde del venezolano y de la venezolana prevalecerá. El costo de la represión sangrienta, que es la alternativa que queda, no está al alcance de los criminales que actualmente están en el poder negociando su permanencia en él.

Cuatro años después de la última reelección de Hugo Chávez, escribiendo estas líneas, buscando la canción de la campaña opositora en YouTube, escuchando “Está aclarando la mañana en Venezuela”, siento que por lo menos ya no duele escuchar aquella melodía esperanzadora y aquel texto inocente. Siento que las cosas se están moviendo. Pero tengo la certeza de que los primeros pasos al inicio del nuevo día van a ser tan cuesta arriba como la subida desde Caracas a su gran montaña verde, el Ávila.

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