El compartir con quien está enfermo o encarcelado es hacerse instrumento de misericordia, tras el ejemplo de Jesús que ha dedicado un lugar especial a los enfermos y a quien experimentó la cárcel.

La visita a los enfermos y a los reclusos fue el tema al cual el Papa Francisco dedicó la catequesis para la audiencia general, una vez más, dedicada a las obras de misericordia. Realizarlas “nos hará mejor a nosotros que a los otros, porque la misericordia pasa a través de un gesto, una palabra, una visita y esta misericordia es un acto para restituir la alegría y la dignidad a quien la ha perdido”.

“La vida de Jesús -dijo a las cuarenta mil personas presentes en la plaza de San Pedro- sobre todo en los tres años de su ministerio público, ha sido un incesante encuentro con las personas. Entre ellas, han tenido un lugar especial los enfermos. ¡Cuántas páginas de los Evangelios narran estos encuentros! El paralítico, el ciego, el leproso, el endemoniado, el epiléptico, e innumerables enfermos de todo tipo… Jesús se hizo cercano a cada uno de ellos y los ha sanado con su presencia y el poder de su fuerza sanadora. Por lo tanto, no puede faltar, entre las Obras de misericordia, la de visitar y asistir a las personas enfermas”.

“Junto a esta, también podemos colocar a la de estar cerca de las personas que se encuentran en la cárcel. De hecho, tanto los enfermos como los reclusos viven en una condición que limita su libertad. ¡Y justamente cuando nos falta, nos damos cuenta de cuan preciosa era esta! Jesús nos ha donado la posibilidad de ser libres a pesar de los límites de la enfermedad y de las restricciones. Él nos ofrece la libertad que proviene de su encuentro y del sentido nuevo que este encuentro trae a nuestra condición personal”.

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