Por Mónica MUÑOZ |

“Come bien, sano y variado”, o algo parecido he visto escrito en algunas bardas en el estado de Guanajuato, donde se invita a la población a contrarrestar los efectos del sobrepeso y la obesidad, padecimientos catalogados como disparadores de enfermedades no contagiosas, principalmente la diabetes tipo 2.

Y sí, tiene razón el aviso, lo malo es que he podido observarlas en comunidades rurales donde el mayor problema es que la gente no tiene para comprar carne, frutas, verduras, lácteos y cereales, como sugiere el “plato del buen comer”, pues a veces, si bien les va, muchas personas tienen únicamente para frijoles, tortillas y nopalitos, muy ricos por cierto, pero le hace faltan nutrientes a una dieta tan pobre.

Por otro lado, llama la atención observar que, no obstante la pobreza de mucha de nuestra gente, tiene para comprar el infaltable refresco negro lleno de azúcar que no aporta ningún beneficio a sus consumidores, quienes alegan que la comida no les sabe igual sin su bebida gaseosa. Es penoso ver que niños y adultos la disfrutan como si fuera un elixir divino.  Tengo amigos diabéticos que, a pesar de saber el gran daño que se hacen tomándola, no tienen voluntad para dejarla, tal como pasa con la droga.

No, definitivamente el problema no es solo nutricional, en gran medida lo es educacional.  Las empresas han invertido tantos años en publicidad dañina que, por supuesto, surtieron efecto en el comportamiento de los mexicanos, los mayores consumidores de este producto.

Y resulta alarmante que sea precisamente México el país que ha alcanzado el deshonroso primer lugar en obesidad infantil y segundo en adultos, pero más lo es que la secretaría de salud haya declarado que existe una epidemia de diabetes, hasta hace poco la cuarta causa de muerte en países desarrollados y que actualmente ha incrementado en países industrializados o en vías de desarrollo, como México.

Y no es de extrañar que esto haya ocurrido en tan poco tiempo.  Claramente entendemos que, aunado al consumo exagerado de refrescos, viene la ingesta calórica excesiva, adultos, jóvenes y niños comen más de lo que requieren, lo que acarrea un incremento en el peso corporal, que se agrava por la falta de ejercicio.  Recuerdo que todavía mi generación y algunas posteriores a la mía, salíamos a jugar con los vecinos, lo que ayudaba a quemar las calorías extras. Además, rara vez tomábamos refresco, ingeríamos pocos dulces y comíamos en nuestras casas alimentos preparados por nuestras madres, que iban al mercado a surtirse de lo necesario.

Ahora, todas esas costumbres han cambiado.  Los niños salen poco, se entretienen en sus hogares con tabletas y juegos de video, tienen a su alcance golosinas al por mayor, aumentó el consumo de comida chatarra, en fin, que hemos dejado que el problema crezca de tal manera que, si no ponemos freno, pronto tendremos más muertes por enfermedades cardiacas, renales y amputaciones por causa de la diabetes.

Es necesario que empecemos a tomar medidas para acelerar el retroceso de esta terrible enfermedad, poniendo de nuestra parte en lo que toca a alimentación y ejercicio, evitando las frituras y panes industriales, bebiendo más agua y realizando más ejercicio, como caminar.

En cuanto a nuestros niños, fomentemos la actividad física, salgamos con ellos al parque, evitemos comprarles golosinas y comida rápida, eduquémoslos para que se cuiden y entiendan que, para nada, es sano estar gordito. Vi un letrero en un restaurante que decía: “comamos y dejemos que el cuerpo tome la forma que quiera”, ¡qué irresponsabilidad!, cuidar nuestra salud implica vigilar nuestro peso y manera de comer, porque, tristemente los excesos cobran facturas muy altas, una de ellas es la pérdida de la salud por darle gusto al gusto.

No se trata de dejar de comer, en absoluto, sino de aprender a moderarnos y comer para vivir, no vivir para comer.  Hasta en esto, somos ejemplo para nuestros hijos.  Hagamos lo necesario para vivir más años y con mejor calidad de vida.

¡Que tengan una excelente semana!

 

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