Por Mónica OLVERA |

Ayer me preguntaba la razón por la que Dios quiso crear la Tierra y a los humanos; si al fin y al cabo, nuestro verdadero hogar lo pensó en el Cielo, junto a Él eternamente, ¿no habría sido más seguro y práctico crearnos y ponernos ya en el Cielo? La conclusión a la que llegué es que quería tener a su lado, seres personales, como Él, con la capacidad de pensar y decidir por sí mismos el estar o no con su Creador.

Si directamente nos hubiera colocado en el cielo, al vivir en ese estado, ninguno habría preferido irse al infierno o tomar decisiones contrarias al Amor. Sabiamente nos dejó en un lugar  muy bello, un paraíso terrenal, pero en el que no lo podemos ver tal cual como es Él, en todo su esplendor.

Sin embargo, de una manera discreta y humilde Dios quiso hablarnos desde el Antiguo Testamento para hacernos saber que Él nos hizo y quiere una alianza de amor con cada uno de nosotros. Llegó el momento en el que de la misma forma humilde, quiso hacerse como uno de nosotros, ¡qué locura! el Creador igual a la creatura, vino y se quedó en nuestro mundo en un trozo de pan, con el mismo objetivo de invitarnos a una amistad profunda con Él. Un pedazo de pan… esto sí que es inconcebible, excepto porque Dios no tiene límites para amar.

Y el mensaje de Jesús para nosotros es muy claro, asemejarnos a Él en su manera de amar. Esto nos lo da como un mandato, no como una sugerencia, lo cual muestra su interés por nuestro mayor bien, como el papá que dice a su hijo, “no de hay de otra, tienes que ir a la escuela”. Sin embargo, ninguna persona es un títere, una máquina sin voluntad programada y forzada a amar. Cada uno es el que tiene que dar ese SÍ a amar, aunque el poder hacerlo sea ya obra principal del Espíritu Santo. Hay que dar día a día, momento a momento nuestro consentimiento de optar por Dios y por el amor al prójimo.

El tiempo de vida que cada uno recibe, no tiene otra finalidad trascendental que la de fraguar optando libremente nuestra vida definitiva. Por más avalanchas en nuestra contra, por más intentos que el enemigo haga para distraernos de buscar a Dios, por más resistencia que nos ponga el cuerpo y el espíritu, no olvidemos que Dios, nuestra Madre María, nuestro ángel guardián y todos los santos, están abocados a ayudarnos en cada instante a lograrlo. ¡¡Ánimo!!

 


Mónica Olvera es licenciada en Educación y Desarrollo con un diplomado de Teología del Amor, especialista en el Creighton Model System, da pláticas prematrimoniales.

Página de Facebook: Mónica Olvera Consultoría

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