Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |

En 1976 el periódico alemán Der Spiegel publicó una entrevista realizada al gran filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976) diez años antes, en 1966, pero que por voluntad del “filósofo del Ser”, no debería ser publicada sino hasta después de su muerte. En dicha entrevista Heidegger criticaba la barbarie a la que la humanidad había llegada por el predominio de la técnica y el olvido de la metafísica. Heidegger presagiaba un futuro incierto y deshumanizador en el cual “sólo un Dios podría salvarnos”. Ante los acontecimientos que vivimos ahora en México –de violencia y corrupción– podemos pensar en la misma solución que Heidegger proponía para acabar con la barbarie: sólo el regreso de Dios puede salvarnos.

El día de hoy (18 de Enero de 2017) México se ha conmocionado ante la primer masacre de estudiantes cometida en nuestro país, en Monterrey, por un joven estudiante de 15 años de edad, que llevó una arma a su escuela, disparó contra su profesora y alumnos y luego se suicidó. Este hecho no puede ser visto como algo “aislado” de lo que ocurre en toda la República. Los crímenes, asaltos, secuestros y extorsiones, son el pan cotidiano en México. Y todo lo anterior se relaciona con la corrupción, la impunidad y el cinismo de nuestros políticos mexicanos.

Dos días antes de esa tragedia, se nos informaba en diferentes medios, que el ex gobernador prófugo de Veracruz, Javier Duarte, dentro de todos los actos de corrupción que hizo durante su mandato, se viene a añadir el hecho de haber vendido a familiares de niños con cáncer, agua destilada para quedarse con el dinero de la medicina tan costosa que ellos creían comprar. Todo esto, claro está, en complicidad de otras personas de su gobierno.

En México estamos cada vez peor. El gobierno decadente del PRI, en su afán de seguirse manteniendo en el poder, ha buscado por todos los medios debilitar a la población infundiéndole miedo. El caso concreto son los saqueos que se cometieron en los mismos días que buena parte de la población protestaba contra el gasolinazo (el aumento de casi el 30% al precio de la gasolina). Saqueos cometidos por ladrones solapados y pagados por gobiernos de distintos Estados de la República para infundir temor a la población y que ésta: 1) no saliera a protestar y 2) pidiera y viera con buenos ojos la militarización de sus Estados para recuperar de nuevo la “paz” social.

En México vivimos con miedo ante la inseguridad cotidiana que todos los mexicanos padecemos. Hace apenas unos días (13 de Enero) apareció sin vida el cuerpo del P. Joaquín Hernández (de Coahuila) que había sido secuestrado y torturado. Al igual que sucede con periodistas, varios sacerdotes católicos han sido asesinados en los últimos años y muchos de ellos habían manifestado abiertamente sus críticas al gobierno y denunciado la corrupción que como pastores podían constatar en sus entidades.

Por otra parte podemos constatar la apología que Televisa y TV Azteca hacen de la violencia y del narcotráfico, al promover telenovelas que idolatran y proponen como héroes las vidas de narcotraficantes. Lo mismo sucede con los narcocorridos. La violencia, unida a la corrupción en nuestro país, está llegando a límites inimaginables. Lo peor de todo es que ésta violencia y corrupción se han generalizado. La cometen pobres y ricos, políticos y gente del pueblo, adultos y jóvenes. ¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Quién nos podrá ayudar a salir de todo esto? Respondo –aunque en otro contexto– con la misma frase de Martin Heidegger: “Sólo un Dios puede salvarnos”.

Considero que la Iglesia católica, profesores, padres de familia, y todos los mexicanos en general, tenemos mucho trabajo por hacer para re-humanizar a nuestro país. Ante las agresiones externas de Donald Trump y las internas causadas por Peña Nieto y su banda de secuaces, tenemos que buscar nuevos rumbos. Es necesario purificar a México, hacerlo santo. Y para esto es necesario regresar a Dios. Purificar una política egoísta y corrupta y una religión silenciosa y por lo tanto cómplice.

Sólo un Dios puede salvarnos. ¿Pero de qué tipo de Dios estamos hablando? De un Dios –que como lo presentía Heidegger– no tenga nada que ver con la perversión humana. De un Dios ético que venga a desinstalarnos de nuestras zonas de confort (eclesiales y políticas) y llevarnos al servicio y amor por el otro.

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