Por Mónica MUÑOZ |

“La mujer es el corazón de la familia, si ella cambia, cambia todo” escuché ayer durante un retiro que convocó a miles de personas en Apaseo el Grande, en el que el tema central del expositor de la tarde fue el papel de la mujer, por supuesto, con la Virgen María encabezándolas.  El Padre Juan Rivas, que vino a participar en un retiro católico, consideró que la mujer está destacando en todos los ámbitos porque ha sido elegida para eso por Dios y para responder a su misión no tiene que hacer nada extraordinario, sino ser ella misma, pero tiene que darse cuenta de su grandeza, porque el demonio la tiene maltratada, intentando impedirle que realice su trabajo.

Y creo que tiene mucha razón.  Hace muchos años, cuando iniciaba mi aventura en las misiones católicas, el sacerdote que dirigía los retiros espirituales en los que participé con mucho gusto, tocaba el mismo tema, refiriéndose a la mujer como madre y centro de la familia.  Recuerdo que comentaba que el papá era la fuerza, pero la mamá era el corazón, porque todo se movía en torno a ella, era quien dirigía la casa y la vida de las personas que la habitan.  Podía faltar el padre y su fuerza, pero si la madre moría, la familia se desmoronaba.

He visto con mucha tristeza hogares desintegrados y niños con padres separados que buscan comprensión y afecto, que se comportan de manera hostil y agresiva porque no entienden por qué su hogar tuvo que romperse y de la noche a la mañana son forzados a decidir con cuál de ellos quiere permanecer o bien, pasan algunos días con su mamá y otros con su papá, en el mejor de los casos, porque también los hay quienes son completamente abandonados y dejados al cuidado de sus abuelos o de algún familiar. ¿Cómo no van a convertirse en delincuentes, si quienes debían dar la vida por ellos están deseando deshacerse del problema que representa cargar con uno o varios niños, pobres inocentes que no tienen por qué sufrir las consecuencias de una mala decisión?

Por eso, la mujer tiene que entender que fue llamada a ser motivo de unión, a cuidar de sí misma y de las personas que confían en ella y aclaro, quizá no se convierta en madre nunca, pero su naturaleza le pide que sea comprensiva y tierna, fuerte, sí, pero atenta y cariñosa, nunca débil ni sometida, de eso tiene que sacudirse y conservar su feminidad, porque fue hecha para comprender con sutileza a los que sufren.  No por nada se dice que la mujer tiene un sexto sentido que le ayuda a intuir cuando las cosas no van bien con los seres que ama o que de alguna manera, se relacionan con ella.

En esta época en la que estamos hartos del debate por la ideología de género, creo sensato redescubrir los roles que corresponden a cada uno, hombre y mujer, que fueron creados para complementarse y perpetuar la especie. No me refiero a que se vuelva a relegar a la mujer al papel de sirvienta de la casa, eso ha quedado en el pasado, sino a tomar cada uno los carismas propios que Dios le ha regalado para colocar cada cosa en su lugar, es decir, no querer anularse ni apropiarse de lo que corresponde a cada uno, así como toca al hombre usar su fuerza e inteligencia lógica y práctica para resolver problemas rudos y a la mujer su sensibilidad para ofrecer calidez y ternura a los suyos en los momentos de prueba.  Eso no le quita a ninguno su independencia ni dignidad y deja de convertirse en una lucha sexista constante y desgastante.

El padre Rivas dijo que la mujer tiene un poder maravilloso para salvar la familia, la Iglesia, sus hijos, su matrimonio y yo agregaría que para transformar el mundo en el que vive.  Penosamente hay muchas mujeres solas que por distintas circunstancias de la vida, ejercen el doble papel de padre y madre.  No intento poner en tela de juicio a nadie, cada quien conoce su historia y sabe cuáles han sido sus batallas.  Pero creo que hombres y mujeres debemos volver a respetarnos y darnos nuestro lugar, como se hacía hace muchos años, cuando para iniciar una relación primero tenían que conocerse muy bien y luego dar el siguiente paso al noviazgo, en el que profundizaban en gustos y aficiones  y poco a poco soñaban con construir una vida en común, sin apresurarse a tener relaciones sexuales, porque aunque en esos tiempos no se sabía mucho de las cuestiones hormonales y sus efectos, el sexo ciega a las personas y les impide ver lo verdaderamente importante, como los defectos de la pareja.  Y la mujer tiene el control en esa situación,  no por nada se dice que “el hombre llega hasta donde la mujer quiere”.

Ya sé que para estas alturas, muchas voces se habrán levantado diciendo que soy una retrógrada anticuada, sin embargo les aseguro que la mujer que logra mantener el equilibrio en su vida sentimental, tendrá más éxito que quien cede a sus “tendencias desordenadas” como las calificó el Padre Rivas, esas que todos tenemos, por supuesto, pero también tenemos la capacidad de controlarlas para nuestro propio bien. En ello la mujer tiene ventaja porque Dios la ha dotado de dones maravillosos para que pueda conducir a buen puerto a las personas que ama y se encomiendan a ella, casada o soltera, con hijos o sin ellos, tiene lo necesario porque “es el corazón” del mundo en el que se mueve.

Depende de ti ser una mujer luminosa o llena de oscuridad.

¡Que tengan una excelente semana!

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