Por Monseñor José Francisco González González, Obispo de Campeche |

Estamos en el II Domingo de Pascua, el Domingo de la Divina Misericordia. No hay que olvidar, que esta fiesta litúrgica nació, en el año 2000, gracias al impulso decidido de san Juan Pablo II. Él conoció muy bien la espiritualidad de su coterránea, santa Faustina Kowalska (1905-1938), quien hizo de la misericordia, la misión de su vida.

También, traigamos a la memoria, lo vivido a lo largo del Año de la Misericordia, al cual, el papa Francisco nos convocó a celebrar en la Iglesia universal.

En nuestro tiempo, la humanidad necesita que se proclame y testimonie con vigor la misericordia de Dios. Ciertamente, Dios es más fuerte que cualquier mal, y que sólo en la cruz de Cristo se encuentra la salvación del mundo. La misericordia es el núcleo del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios, el rostro con que se reveló en la Biblia, particularmente con la Encarnación del Amor, Cristo Jesús.

En la palabra “misericordia”, pues, se sintetiza todo el misterio de la Redención. En una homilía, Juan Pablo II pronunció: “Tengan confianza en la Misericordia divina. Conviértanse día a día en hombres y mujeres de la misericordia de Dios. La misericordia es el vestido de luz que el Señor nos ha dado en el bautismo. No debemos dejar que esta luz se apague; al contrario, debe aumentar en nosotros cada día para llevar al mundo la buena nueva de Dios”.

 

SOR FAUSTINA, SECRETARIA DE LA MISERICORDIA

Esta monja polaca recopiló los mensajes recibidos en oración en su Diario. Si se leen esos mensajes hay una constante: que la misericordia de Dios no tienen límites y que Dios quiere que su compasión se extienda por doquier.

Ahora, leamos algunos pensamientos escritos en el Diario de Santa Faustina:

–        Proclama que la misericordia es el atributo más grande de Dios. Todas las obras de mis manos están coronadas por la misericordia (Nº 301).

–        Te doy tres formas de ejercer la misericordia al prójimo: la primera, la acción; la segunda, la palabra; la tercera, la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia mí. De este modo, el alma alaba y adora mi misericordia (Nº 742).

–        Mira mi corazón lleno de amor y de misericordia que tengo por los hombres y especialmente por los pecadores (Nº 1663).

–        Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a mí. Habla de mi gran misericordia (Nº 1396).

–        Persigo a los pecadores con mi misericordia en todos sus caminos y mi corazón se alegra cuando ellos vuelven a mi (Nº 1728).

–        Hija mía, escribe que cuanto más grande es la miseria de una alma, tanto más grande es el derecho que tiene a mi misericordia e invita a todas las almas a confiar en el inconcebible abismo de mi misericordia, porque deseo salvarlas a todas (Nº 1182).

 

Al respecto de la misericordia, Francisco de Sales, en el Tratado del Amor de Dios escribe: “En el ejercicio de las virtudes morales las obras pequeñas no comunican aumento a la virtud de origen; al contrario, si son pequeñas se debilitan, pues una gran liberalidad perece cuando se emplea en cosas de poca monta y de liberalidad se trueca en tacañería; pero en virtudes provenientes de la misericordia divina y, sobre todo, de la caridad, todas las obras aumentan”.

Por último, cuando el Papa Juan Pablo II inauguró el nuevo santuario de la Misericordia Divina en Cracovia (Polonia) dijo: “Fuera de la misericordia de Dios  no existe otra fuente de esperanza para el hombre”.

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