Por Monseñor Francisco GONZÁLEZ GONZÁLEZ, obispo de Campeche |
El Evangelio de Mateo 13,24-43 nos describe, en parábola agrícola, el misterio del Reino de Dios.
La narración alude a un Campesino, que deposita la Buena semilla en el campo. Sin embargo, se da una alteración de semillas en el campo sembrado. Es propio del enemigo de Dios (el demonio) mezclar el error con la verdad. En efecto, “mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo, y se marchó”.
Esa es la dinámica: después de la verdad, viene el error. En otras palabras, después de los genuinos profetas, vienen los falsos profetas; después de los Apóstoles llamados por Jesús, vienen los falsos apóstoles, autodenominados por sí mismos; en fin, después del Cristo, viene el anticristo.
En enemigo no siembra una semilla cualquiera, sino una simiente muy parecida al trigo, al menos a la vista. Esa es la malicia y el éxito del diablo: siembra cuando ya han brotado las semillas de Dios, para causar, de esta manera, más daños a los intereses del Agricultor.
Cabe anotar con san Agustín, que “mientras dormían los trabajadores”, se refiere a los encargados de evangelizar, que obran con negligencia y se dejan arrastrar por el sueño de la pereza. En ese vacío de vigilancia, viene el diablo, y transforma a los pastores del Evangelio en herejes y cismáticos, que afectan al florecimiento del buen fruto.
La estrategia del diablo es esconder a sus secuaces. Porque, si rápidamente se diesen a conocer, serían arrancados del campo (de la Iglesia); sin embargo, se ocultan con astucia y se hacen más invisibles. Esto es lo que aparece en el Evangelio con la frase, “y se fue”.
Al principio los que afectan a la Iglesia no dan la cara. Pero, cuando tienen más libertad y algunos otros son arrastrados, por participación en su error, entonces vierten su veneno.
Un dato curioso del evangelio es la manera como llama al diablo. Lo llama “hombre enemigo”. En algunas corrientes de pensamiento se presenta a Dios como el Dios bueno; y al demonio, como dios malo. Ese pensamiento le da, erróneamente, al diablo la categoría de potencia divina. Y no es así. El demonio sigue siendo, no obstante su poder, una creatura de Dios.
EL PECADOR PUEDE DAR BUEN FRUTO
Los ayudantes del campo quieren hacer algo para que la cizaña no prospere. Y piden autorización para arrancarla. No quieren que nadie muera por el mal. Sin embargo, la respuesta del Señor fue: “No”. Eso está para indicar la libertad humana del cambio, gracias al poder divino. Si al hermano que se porta mal, se le “arranca”; ya no tiene posibilidades de cambio. Y cuántas veces se ve que alguien que andaba ayer en malos pasos, hoy se arrepiente, y mañana es otra persona. El convertido, de cizaña se convierte en trigo, por el poder de la gracia divina.
Además, de allí se deduce una regla moral, que aplicada en la vida cotidiana, nos daría mucho fruto: No dar un dictamen (juicio), sin un exhaustivo examen sobre las cosas dudosas.
En una comunidad donde alguien es cizaña, no anatemizar, sino corregir con la penitencia. Así, él mismo se saldrá y será separado de la comunión de la Iglesia por su propia voluntad. Por eso el Señor dice: “dejen el trigo y la cizaña hasta la cosecha”.
Acerca del final de texto evangélico, san Jerónimo, el patrono de los estudios bíblicos, lo aterriza así: “A la cizaña, átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en el granero; es decir, que los herejes y también los hipócritas serán quemados en los fuegos del infierno. Y los santos, el trigo, serán recibidos en los graneros de las mansiones celestiales”.