Por Felipe ARIZMENDI ESQUIVEL, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |

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Los obispos mexicanos, con las aportaciones de muchas personas del país, estamos elaborando un Proyecto Global Pastoral, al que hemos puesto dos fechas como referencia: el año 2031, en que se cumplen 500 años de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en 1531, y el año 2033, a los dos mil años de la muerte de Cristo, acaecida, según el calendario actual, en el año 33 de nuestra era. Habíamos pensado aprobarlo en nuestra reciente asamblea plenaria, pero decidimos esperar hasta abril próximo, para dar oportunidad de que más personas sean escuchadas y nos den su punto de vista, y así se involucren en su proceso y posterior ejecución. No es un Proyecto para que se ponga en práctica hasta aquellos años, sino un camino iluminador para llegar a esas fechas con una Iglesia más renovada.

Seguimos el método de ver, pensar y actuar. En el análisis de la realidad, se tomaron en cuenta varios fenómenos, como el cambio de época, el relativismo, la corrupción, una ideología de género desvinculada de la identidad sexual, el desencuentro entre personas, generaciones, culturas y pueblos. Se resaltó el rompimiento en la estructura familiar, el divorcio, la violencia intrafamiliar, el aborto, la mentalidad anticonceptiva. Se mencionó el creciente urbanismo, que cambia culturas y origina cinturones de miseria. Se dijo que una de las raíces de nuestros problemas es la desigualdad económica, la inequidad, la pobreza, la injusta distribución de la riqueza, causadas por el sistema neoliberal en que vivimos. Muchos mexicanos no tienen acceso justo a vivienda, alimentación, transporte, vestido, salud, trabajo y educación de calidad. La violencia, el narcotráfico, el crimen organizado, los desaparecidos, los secuestros, los homicidios, las extorsiones, la inseguridad, ensombrecen el panorama social, rompen el tejido social, promueven inestabilidad y polarización social, todo lo cual lleva a un ambiente de desconfianza e inseguridad.

Se reconoce que vivimos una transición democrática truncada, sin una participación ciudadana más responsable, con partidos que han perdido la confianza de una gran cantidad de personas, con peligro de manipulación y uso instrumental del pueblo pobre y rezagado educativamente, sin discernimiento crítico de las propuestas preelectorales.

En el documento de trabajo, se pide perdón por todas las acciones y omisiones que han afectado la dignidad de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Se enumeró la situación injusta y precaria a la que han sido sometidas muchas mujeres, en la familia, en la sociedad y en la misma Iglesia. Se afirmó que no podemos posponer más su plena incorporación, la vigencia de sus derechos y la valoración de su aporte propio. Se dijo que nos abruma nuestra irresponsabilidad ante el medio ambiente, la pérdida de biodiversidad, la contaminación, la deforestación, las consecuencias del cambio climático.

El análisis de la realidad concluye con esta afirmación: “Toda esta realidad histórica nos interpela a redoblar nuestro servicio pastoral. Cada sufrimiento, cada situación de injusticia, son una llamada de atención, pues muestran el gran desafío de evangelizar muchas realidades temporales que no corresponden a la promoción de la vida en plenitud”, que es el gran proyecto del Reino de Dios.

PENSAR

En la segunda parte del Proyecto, repasamos algunas líneas doctrinales que iluminan nuestro caminar eclesial, como el misterio de la Redención, el “Hecho Guadalupano”, la Palabra de Dios, la necesidad de una conversión personal y pastoral, la sinodalidad, los documentos recientes del magisterio pontificio.

Recordamos lo que nos pidió el papa Francisco a los obispos, cuando nos encontramos con él en la Ciudad de México, el 13 de febrero de 2016. Hablaba del narcotráfico, pero esta preocupación es global: “Les ruego por favor no minusvalorar el desafío ético y anti cívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia. La proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, Pastores de la Iglesia, refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana, sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por tal insidiosa amenaza. Sólo comenzando por las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad; sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la vida de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada”.

 

ACTUAR

En la tercera parte, nos proponemos atender ocho desafíos, a reserva de las nuevas consultas que se hagan, y que nos urjan a otros: Nueva evangelización, ser Iglesia en salida, construcción de paz, reconciliación y solidaridad, economía solidaria, renovación de estructuras eclesiales, renovación parroquial, nuevas generaciones, jóvenes, vocaciones y mundo digital, migración.

Que el Espíritu Santo nos asista, para que seamos la Iglesia que Jesús quiere.

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