Las fiestas decembrinas son una época oportuna para enseñar y compartir las tradiciones familiares y  transmitir la importancia sus valores, entre ellos el de dar y recibir amor sin intereses o condiciones de por medio, el de ser solidarios con quienes nos necesitan, el de alimentar el espíritu y de disfrutar de las cosas sencillas de la vida. También es un tiempo favorable para renovar la fe en Dios y promover el amor y paz.

Resulta fundamental transmitir a los hijos que la felicidad no solo está en las cosas materiales, sino que la Navidad exige primeramente descubrir la alegría de la salvación que el Hijo de Dios vino a dejar, que la Navidad es un tiempo de renovación de la fe y de cultivar el espíritu para descubrir que la felicidad se encuentra en el interior de cada uno.

Como familia resulta hermoso poder reflexionar y orar juntos en torno a la corona de Adviento o al pesebre y para compartir con las personas queridas y para dar, no pensando solo en recibir. La Navidad es tiempo de costumbres que  invitan a participar de un  mensaje de amor y de entrega que no se limita solo a los amigos cercanos o conocidos.

Es enseñar a compartir y ser solidarios y no obsesionarse con una la lista de regalos. Valorar y dar gracias por aquellas bendiciones que aún sin pedirlas las recibimos como un don de Dios por ejemplo la salud, el bienestar de los amigos, el vivir en armonía, porque no todos los obsequios de navidad pueden ser comprados.

La Navidad puede generar en la familia vínculos de afecto, de amor y de alegría por lo que deben aprovecharse para rescatar las expresiones de cariño y cercanía de cada miembro de la familia. Tomar conciencia de ello ayudará a la vivencia de la fe a no pervertir lo más sagrado y especial que la Navidad posee, el don de una gratuidad amorosa de un Dios fiel a sus promesas, encarnando por puro amor.

 

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