Por Gilberto Hernández García |

 

En AméricaLatina y El Caribe, casi 125 millones de personas viven en zonas rurales, de ellos 52 millones trabajan directamente en el campo. Lo preocupante es que más de la mitad vive en condiciones de vulnerabilidad, según datos que aporta la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El sector rural latinoamericano padece grandes índices de pobreza y exclusión.  Según el informe “Trabajar en el campo en el siglo XXI”, de la misma OIT, en América Latina la pobreza extrema alcanza un promedio del 46.2 %, es decir, a más de 60 millones de campesinos.

Sin embargo, ese no es el único problema: cada vez en mayor número se registra una fuerte migración del campo a la ciudad, con el consecuente abandono de las tierras; los insumos necesarios para sembrar han incrementado sus costos, mientras que los precios de las cosechas han disminuído. Dentro del sector, las familias son las que han salido perdiendo.

Es sabido que la agricultura familiar es un sector clave para lograr la erradicación del hambre y el cambio hacia sistemas agrícolas sostenibles en América Latina y el Caribe y el mundo. “Los pequeños agricultores son aliados de la seguridad alimentaria y actores protagónicos en el esfuerzo de los países por lograr un futuro sin hambre”, señala Modesta Arévalos, coordinadora en América Latina de la Federación Internacional de Movimiento de Adultos Rurales Católicos (FIMARC).

 

Apostar a una cultura de paz

Recientemente la laica uruguaya fue invitada a un seminario sobre articulación de metodologías para la transformación de la realidad, promovido por el Instituto Teológico Pastoral (ITEPAL), para presentar estrategias para la formación de equipos que buscan incidir en las realidades concretas de América Latina.

“La FIMARC está haciendo un esfuerzo para activarse con mayor fuerza en América Latina (AL). Este es un espacio de acción de campesinos católicos que inició hace mas de 50 años en Portugal, y desde el 2014 ha venido haciendo una apuesta fuerte para trabajar en este continente latinoamericano”, dice Modesta.

Actualmente el organismo de campesinos católicos está haciendo en AL un trabajo de cultura de paz, desde una cultura política del perdón y la reconciliación. “Ademas de la lucha por los derechos de las personas del campo, hemos decidido acompañar procesos de paz. En el continente se viven tambien contextos de violencia en el ámbito rural, por ejemplo en El Salvador, con la presencia de las ‘maras’ en todo el país”.

“En Paraguay –país natal de Modesta Arévalos–tiene una experiencia de 15 años de guerrilla de un grupo armado, donde hay una ligacion con las FARC colomhianas que les da asesoría,  y que ya sabemos los estragos que ocasiona en el ambiente rural”.

“La cuestion de la tierra tiene un gran significado en la disputa política,  por control de territorios y por tanto, eso implica pérdida para la agricultura familiar, que ha traido como consecuencia una migración intensa hacia las zonas urbanas, las grandes ciudades, que se convierten en centros en contexto de violencia”.

La animadora señala que hay una gran tentación de violencia en el ambiente rural debido al constante acoso del que son víctimas los campesinos, ya sea de carácter institucional –por la falta de apoyo gubernamental-, o por un mercado neoliberal que abusa del campesino y lo oprime, o por los megaproyectos promovidos por los gobiernos y empresas globales que amenazan la tierra y el territorio.

 

Autonomía alimentaria, en paz y fraternidad

 

“Enfrentar la violencia con más violencia no es el camino. Por eso insistimos en crear en la zona rural una cultura de paz: la disputa por la tierra no es otra cosa que el control de nuestros alimentos”.

“Son varias las situaciones que se entrecruzan y la que más va permeando es la violencia, por eso, si no hay un esfuerzo y una apuesta de que los y las lideres y las familias rurales y la agricultura familiar,  la soberania alimentaria no avanza. Debemos ir integrando y abordando toda esta problemática de forma sistemica e integral”.

“En el tema de la agricultura familiar se trata de que vayamos construyendo autonomía y controlando la produccion de nuestros alimentos y desde donde podamos empezar a ir profundizando esta construcción de la Civilización del Amor de la que hablaban Pablo VI y Juan Pablo II. Y en el tema de la paz, estamos convencidos de que no podemos trabajar las parcelas de tierra sin trabajar las parcelas humanas”, concluye Modesta Arévalos.

 

 

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