Por Carmen Elena VILLA | El pueblo católico – Denver |
No es exagerado decir que para muchos la adolescencia es el tiempo más difícil de la vida. No son “ni de aquí ni de allá”. Los jóvenes en ciertos aspectos piensan como niños y en otros, ya quieren ser adultos. Se encuentran en una fase intermedia que les afecta tanto a ellos como a su familia. Hay que ver cómo sufren los padres cuando sus hijos van dejando la inocencia propia de los niños y comienzan a llenarse de preguntas, a veces difíciles de responder.
Aún así, para el Papa Francisco, la época de la juventud está llena de esperanza, de promesas y alegría. “La adolescencia no es una patología. No podemos afrontarla como si lo fuera”, dice en este libro entrevista, escrito por Thomas Leoncini y publicado el pasado 27 de marzo, a seis meses de realizarse en Roma el Sínodo sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, convocado por el Papa y previsto para octubre próximo.
En la medida en que se avanza en el libro el espectro se va abriendo también hacia los jóvenes adultos. Y el mismo Pontífice recuerda algunos momentos de su juventud: Cuando le encontraron unos quistes en el pulmón y tuvieron que operarlo y extraerle un pedazo, algo que le hizo experimentar por primera vez “el miedo a morir”. También describe aquel día en que se encontró con la misericordia de Dios cuando, caminando en frente de una iglesia, se sintió llamado a confesarse. Fue ahí cuando descubrió que Dios lo llamaba a ser sacerdote. Es en la juventud donde se tienen experiencias fuertes, donde se toman decisiones que cambian la vida y que definen el futuro.
La esperanza, según el Papa, está en los jóvenes y los ancianos. Los primeros son profetas y los segundos, soñadores. Por ello ambas generaciones se entienden también. El anciano se llena de la energía y creatividad del joven y el joven se llena de la sabiduría y la experiencia de vida del anciano. A esto el Papa le llama la “revolución de la ternura”. Entonces ¿por qué querer ocultar las arrugas o las canas que comienzan a aparecer con el paso de los años? Es la pregunta que hace Francisco a la generación adulta que en ocasiones se siente “rival” de los jóvenes. Especialmente ahora cuando la aparición de las nuevas tecnologías hace que por primera vez los jóvenes se sientan más expertos en muchos campos que los adultos. Que busquen primero preguntar algo a Google que a una persona mayor experta. La solución para el adulto no está en ser un eterno adolescente ni en competir para ver quién es mejor sino en llenar de juventud los años que se van acumulando y también haciéndose notar.
La mente de los jóvenes es moldeable porque están llenos de preguntas y buscan modelos a quién seguir. Su personalidad está en formación. Por ello, existe un gran peligro de manipularlos, y querer homologarlos con ciertos estándares de la sociedad. Esto, según el Papa, trae grandes “sacrificios humanos” y hace que el joven vaya perdiendo la autenticidad y acuda a la “cirugía plástica” tanto corporal como psicológica o espiritual. Una cirugía que crea él un “falso yo” y le permita estar en línea con algunos parámetros impuestos por una sociedad de la cual él en un principio se sintió rechazado.
“Dios es joven” toca otros temas como el cambio climático, la xenofobia, la diferencia entre el pecado y la corrupción, el invierno demográfico entre otros otros. Temas que Francisco ha tratado en su pontificado en numerosos discursos, homilías y audiencias y que dejan ver su preocupación por la situación actual del hombre, el drama de la deshumanización pero también la confianza que él pone en esta nueva generación.
Un libro que vale la pena leer, un análisis de la realidad que trae una gran esperanza porque, según el Papa “los jóvenes están hechos de la misma pasta que Dios”.