IGLESIA Y SOCIEDAD | Raúl LUGO RODRÍGUEZ |

El pasado 21 de marzo, siete presbíteros y un diácono permanente, todos ellos del presbiterio de la arquidiócesis de Monterrey, hicieron pública su opinión respecto a la apertura de las licitaciones por parte del gobierno mexicano, para que empresas puedan extraer gas y petróleo mediante la técnica conocida como “fracking”.

El planeta vive una situación de emergencia. Sólo no se da cuenta quien no quiere hacerlo (Trump, por ejemplo). No tenemos otro planeta de repuesto y no parece que haya, en los que gobiernan bajo este imperio del dinero, disposición para revertir los efectos de la huella ecológica que los seres humanos estamos dejando en el planeta. Como chivos en cristalería, destrozamos todo a nuestro paso. En su carta Laudato Si’, sobre el cuidado de la Casa Común, el Papa Francisco hace un certero diagnóstico y ofrece algunas vías de salida. Su palabra parece haber caído en el vacío (incluso en las fronteras de la misma iglesia católica).

Quizá uno de los elementos más despiadados de destrucción ecológica sea el Fracking. Por eso me da gusto que un grupo del presbiterio de Monterrey, región que ha experimentado en carne propia lo que significa el actual modelo de ‘desarrollo’ depredador, se haya unido para manifestarse en contra del Fracking. A esta alegría se suma el hecho de que varios de ellos sean mis amigos personales. Por eso, y porque quisiera de esta manera unir mi firma a las suyas, comparto con ustedes en esta columna su comunicado público.

 

EN NUEVO LEÓN Y EN MÉXICO DECIMOS: NO AL FRACKING, NO A LA EXPLOTACIÓN VIOLENTA DE RECURSOS NATURALES

Monterrey, N.L., 21 de Marzo de 2018

Frente al anuncio de la apertura por parte de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) de las licitaciones para la exploración y extracción no convencional de gas y petróleo, técnicamente conocida como “fracking” o fractura hidráulica, los abajo firmantes, presbíteros de la Iglesia Católica de Monterrey, exigimos el alto de la entrega de territorios para este propósito.

El fracking representa la última y más violenta forma de explotación de recursos naturales. Veamos por qué…

Este método explota petróleo y gas natural atrapados en los poros de formaciones rocosas poco permeables denominadas lutitas situadas en el subsuelo. Suelen encontrase a profundidades de entre mil y cinco mil metros. Debido a esto, la extracción de los hidrocarburos requiere la utilización de la fracturación hidráulica o fracking, consistente en la perforación de un pozo vertical hasta alcanzar la formación que contiene gas o petróleo. Luego se realizan una serie de perforaciones horizontales en la lutita, que pueden extenderse por varios kilómetros en diversas direcciones. A través de estos pozos horizontales se fractura la roca con la inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión que fuerza el flujo y salida de los hidrocarburos de los poros.

La fracturación de un solo pozo en toda su vida útil requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua. Si consideramos que en la zona de Burgos-Picachos, que abarca parte de Nuevo León y Tamaulipas, se tiene programada la explotación de 10 mil pozos, y multiplicamos tal cantidad por 25,000,000 de litros que se consumen por pozo, obtenemos un consumo en cuatro años de 250 mil millones de litros; 62,500 millones de litros por año, equivalentes a un consumo humano doméstico para la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) de 2,300 litros por segundo, suficientes para cubrir una demanda adicional anual mayor a un millón de personas.

Dice el papa Francisco: “En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos.” (Encíclica Laudato si’ n. 30).

El impacto socioambiental del fracking es de efecto múltiple:

  1. Disminuye la disponibilidad del agua.
  2. Contamina las fuentes de agua por las sustancias utilizadas, las cuales son de gran toxicidad como el metanol, benceno, tolueno, etilbenceno y xileno. Además, el agua de desecho conocida como agua de retorno no sólo contiene los químicos y la arena que originalmente se introdujeron, sino también metales pesados, hidrocarburos e incluso materiales radioactivos, como el radón, que se encuentran en el subsuelo, causando una gran devastación a escala internacional.
  3. Impactos sobre la salud: Al menos 25% de las sustancias utilizadas en las distintas mezclas de perforación pueden causar cáncer y mutaciones, 37% afectar al sistema endocrino, 40% provocar alergias y 50% dañar el sistema nervioso.
  4. Desplazamiento de comunidades rurales de los lugares donde se establece esta técnica.
  5. Emisión de gases que contribuyen al calentamiento global.
  6. Sismos antropogénicos, los cuales ya se han producido en nuestro Estado, afectando algunas colonias de la ZMM, así como las estructuras hidráulicas de las presas del Cuchillo y la Boca.
  7. Explotación incompatible con otras actividades económicas.

En Nuevo León, al desastre ecológico que significa la contaminación de la ZMM, la más contaminada del País, no se debe agregar esta injusticia socioambiental, por las licitaciones para la fractura hidráulica en 21 municipios, integrantes de la citada zona de Burgos- Picachos.

Consideramos que la explotación de hidrocarburos mediante esta técnica NO es una opción para producir energía de manera sostenible; sigamos el ejemplo de países como Francia, Bulgaria, Alemania, Reino Unido, República Sudafricana, República Checa, España, Suiza, Austria, Irlanda del Norte, Italia, República de Irlanda, así como algunos estados en Estados Unidos, en donde se ha prohibido definitivamente esa práctica.

Por todo lo anterior declaramos:

Detengamos el desastre socioambiental. No al uso del fracking ni en Nuevo León ni en México, porque su uso desvía recursos que deberían dirigirse a las energías renovables.

 

Presbíteros Firmantes: Luis Eduardo Villareal Ríos, Cosme Carlos Ríos, Elías López Bautista, Guillermo Flores García, José Manuel Guerrero Loyola, Alejandro Beltrán Garza, Rodolfo Antonio García Martínez; y el Diác. Permanente Francisco Martínez Monsiváis (y este colado de la península maya: Raúl Lugo Rodríguez)

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