Fue en los años 60 del siglo XX cuando se desató la histeria mundial en torno a la presunta «sobrepoblación» o «explosión demográfica».

Ideas extremas

Uno de los grandes culpables fue el estadounidense Paul R. Ehrlich, que para nada era un demógrafo sino un especialista en el estudio de las mariposas, pero que en 1968 publicó su libro  The Population Bomb («La bomba de la población»), en el que aseguró que la población humana mundial pronto aumentaría al grado de que sobrevendría una hambruna masiva que acabaría en la extinción, y que la única solución para detener esto era el control reproductivo.

Esta idea, sin embargo, venía de mucho más atrás. En 1789 el clérigo anglicano Thomas Malthus publicó el libro An Essay on the Principle of Population («Un ensayo sobre el principio de la población»), en el que proponía la tesis de que la sobrepoblación humana destruiría el mundo, pues mientras la población aumentaría exponencialmente, la producción de alimentos sólo se incrementaría aritméticamente, por lo que la gente moriría de hambre.

El tiempo demostró que la doctrina de Malthus estaba equivocada: él predijo la hambruna a gran escala justo cuando estaba por darse una de las mayores expansiones agrícolas en la historia.

Y hasta la fecha siguen produciéndose más alimentos y riqueza de los que la humanidad necesita para satisfacer sus necesidades; por tanto, si hay hambre y pobreza es a causa del egoísmo.

Pero el hecho es que las ideas del malthusianismo generaron que los países ricos —generalmente caucásicos— gastaran y sigan gastando cantidades enormes de dinero para imponer, con ayuda de los organismos internacionales, programas de control demográfico en países del Tercer Mundo —generalmente poblados por gente de piel morena, amarilla, cobriza o negra—, aunque también han privilegiado programas controlistas similares hacia el interior; por ejemplo, en Estados Unidos el aborto se convirtió  en el método principal para disminuir el porcentaje de la población negra: el 80% de las clínicas abortistas fueron situadas en  los barrios de las minorías raciales.

Invierno demográfico

Aunque en los países catalogados como en vías de desarrollo se ha alcanzado algún éxito ideológico entre la población, la efectividad de la visión antinatalista ha tenido más impacto en los propios países desarrollados, al grado de que éstos ya enfrentan el llamado «invierno demográfico».

El término «invierno demográfico» se refiere al marcado envejecimiento de una población, y fue acuñado por el padre Michel Schooyans, sacerdote belga y miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales.

Para que haya un «invierno demográfico» hace falta que los índices de natalidad de un país no alcancen la tasa mínima de 2.1 hijos por mujer, lo que implica que, aunque durante algunos años todavía siga aumentando el número pobladores,  hay pocos niños y cada vez más ancianos, de manera que en cierto momento la cantidad de muertes supere a la de nacimientos, lo que hace que la población del país comience a disminuir.

Disminución deliberada

Esto suele ser bien visto por  movimientos ecologistas extremos, que abogan por la extinción de la raza humana, a la que consideran un «parásito» que está infestando al planeta; y también es del agrado de la élite mundial que hoy domina el orbe, y que en las últimas décadas ha dejado escapar afirmaciones como éstas:

▶ «Una población total de 250 a 300 millones de personas, una disminución del 95% de los niveles actuales, sería ideal» (Ted Turner, fundador de la cadena CNN).

▶ «El mundo de hoy… tiende a nueve mil millones [de personas]. Ahora, si hacemos realmente un grandioso trabajo en nuevas vacunas, en atención médica y los servicios de salud reproductiva, entonces nosotros podríamos reducir este número» (Bill Gates, el hombre más rico del mundo).

▶ «En el caso de que me reencarnara, quisiera regresar al mundo en forma de un virus mortal, para contribuir en algo a resolver el problema del exceso de población» (Príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra).

▶ «Nuestro número amenaza el sistema ecológico que sostiene la vida; para luchar contra el cambio climático es imprescindible estabilizar el crecimiento de la población» (Al Gore, ex vicepresidente de EU).

▶ «Es necesario que reduzcamos la población humana a menos de mil millones» (Paul Watson, presidente de la Sociedad Protectora Pastores del Mar).

▶ «Mis tres metas fundamentales serían reducir la población mundial a unos cien millones de habitantes, destruir el tejido industrial y procurar que la vida salvaje, con todas sus especies, se recobre» (Dave Foreman, cofundador de Earth First!).

▶ «Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global; ¡tenemos que hacer algo ya!» (Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional).

INFIERNO DEMOGRÁFICO

Hoy cada vez más voces se levantan en contra de este plan de exterminio humano. Aunque en política suele argumentarse que habrá una mejor calidad de vida y un mayor desarrollo económico entre menos población humana exista, diversos estudiosos alertan sobre justamente lo contrario: que Europa, Japón y demás países ya inmersos en el «invierno demográfico» van camino al auténtico «suicidio demográfico»,  donde el relevo generacional será inexistente  y el sistema económico acabará desplomándose porque no habrá gente suficiente para sostener el sistema.

Redacción

TEMA DE LA SEMANA: ¿ESTAMOS DENTRO DEL INVIERNO —O DEL INFIERNO— DEMOGRÁFICO?

 

Publicado en la edición impresa de El Observador del 8 de julio  de  2018 No. 1200

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