Por Fernando Pascual

Ocurre que en los debates parlamentarios unos exponen argumentos y otros exponen demagogia, sin permitir que exista un auténtico diálogo orientado a la búsqueda del bien común.

Los buenos argumentos se basan en datos, en ideas, en análisis sobre causas y consecuencias, en proyectos más o menos bien articulados.

La demagogia se basa en frases hechas, insultos, insinuaciones difamatorias, ignorancia de los datos, desprecio hacia los argumentos ofrecidos por los adversarios.

Produce pena presenciar un mal debate de los legisladores. Parece que algunos oradores (de varios partidos, a veces de casi todos) solo miran a la cámara, a los votantes, a la disciplina del partido, a sus intereses particulares.

Imaginemos, sin embargo, un pequeño milagro parlamentario. Un orador da argumentos sólidos, ofrece datos serios, analiza y desmonta los defectos de las propuestas de otros partidos.

De repente, uno o varios parlamentarios de otros grupos políticos no solo entienden los argumentos, sino que descubren en las propuestas apenas presentadas algo bueno para la vida social.

Ahí el milagro: contra la demagogia, contra la disciplina del partido, contra el miedo a las críticas de algunos periodistas, esos parlamentarios acogen ideas hasta ahora rechazadas y votan a favor de leyes o proyectos de los «adversarios».

¿Es posible ese milagro, incluso uno mayor, que la mayoría vote «contra el partido» y «a favor de buenos argumentos»? ¿Llegará el día en el que los parlamentarios no piensen simplemente en su propio grupo, sino en analizar cada tema a fondo y decidir en conciencia, para buscar el bien de la sociedad?

Inicia un nuevo debate parlamentario. Sobre la salud, sobre la economía, sobre los juzgados, sobre los contratos, sobre el derecho a la vida de los más desfavorecidos y abandonados, sobre la educación, sobre tantos temas importantes.

Esperamos en el milagro: que haya parlamentarios que razonen bien, que construyan sobre datos, que propongan medidas provechosas. Y que otros parlamentarios, de partidos diferentes, entiendan, precisen (a veces hay que corregir detalles de importancia), y apoyen resoluciones no según criterios populistas o electoralistas, sino según el criterio básico para la vida social: la búsqueda de la justicia para todos.

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