Por Jaime Septién
De los siete a los quince años –desde la Primera Comunión hasta su paso a la Casa del Padre— Carlo Acutis no dejó de ir a Misa cada día de la semana. Un caso extraordinario de fe temprana. Y, también, de muerte temprana.
Carlo murió de leucemia en plena adolescencia. A los quince años. Pero siempre vivió «con Jesús, para Jesús y en Jesús». Y aunque a muchos parezca extraño, ya había cumplido su proyecto de vida: «Estar siempre unido a Jesús».
El Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto, el 5 de julio pasado, que promueve la causa de Carlo Acutis y lo nombró Venerable.
Cuando todo habla de una gran «injusticia» (¿cómo un niño tan extraordinario se va tan pronto al cielo?), su muerte, ofreciendo sus dolores y su cruz por el Papa (en ese entonces, 2006, por el papa Benedicto XVI) y por la Iglesia católica, es una enseñanza esencial sobre la santidad: que ésta no tiene una edad en específico.
Aunque Carlo nació en Londres el 3 de mayo de 1991, la postulación de su causa ha corrido a cargo de la arquidiócesis de Milán, pues sus padres, italianos, pronto regresaron a sus raíces lombardas, a la ciudad de Monza.
La religiosa milanesa doña Francesca Consolini es, desde el 15 de febrero de 2013, la postuladora oficial, apoyada por los diez obispos de la Lombardía.
Comunión diaria, rezo del Rosario, adoración eucarística, confidencia con la Virgen María, ¿es posible en un alma que apenas se va abriendo al mundo? Lo es: «Nuestra meta debe ser el infinito, no el finito. El infinito es nuestra patria. Desde siempre, el cielo nos espera», dejó dicho.
Frases suyas dignas de un Bernanos. O de un Papa Francisco: «Todos nacen como originales pero muchos mueren como fotocopias». «Nuestra brújula tiene que ser siempre la Palabra de Dios». «La Eucaristía es mi autopista hacia el Cielo»… Se confesaba cada semana.
Además, era un genio de la informática, la programación de ordenadores, pasando por el montaje de películas, la creación de sitios web, los periódicos en los que se ocupaba también de la redacción y la maquetación, al voluntariado con los más necesitados, los niños y los ancianos.
Desarrolla página web
Antes de morir, el 12 de octubre de 2006, aclaró, para los que tuvieran dudas sobre la «injusticia» de Dios en su prematura partida: «Estoy feliz de morir porque he vivido mi vida sin desperdiciar ni un minuto haciendo cosas que no hubieran agradado a Dios».
Michelangelo Tiribilli, entonces abad de la abadía territorial de Montel Oliveto Maggiore, escribió en el prólogo de una biografía de Carlo: «Al mirar a este adolescente como uno de ellos y como alguien que fue cautivado por el amor de Cristo, que le permitió experimentar la alegría pura, [los adolescentes de hoy] estarán en contacto con una experiencia de la vida que no quita nada de la riqueza de su adolescencia, pero que en realidad la hace más valiosa».
Y terminaba diciendo el buen abad una verdad como un puño: «El testimonio evangélico de nuestro Carlo no es sólo un estímulo para los adolescentes de hoy, sino que provoca que los párrocos, los sacerdotes y los educadores se planteen la validez de la formación que les dan a los chicos de nuestras comunidades parroquiales y qué hacer para que esta formación sea incisiva y eficaz».
En otras palabras: no consideren a las niñas y los niños, a los jóvenes de hoy, inclinados sobre la pantalla de sus ordenadores o de sus smartphones, como incapaces de penetrar en los misterios de la fe.
Más aún –y el testimonio de Carlo Acutis lo corrobora— quizá sean los únicos todavía capaces de penetrar el Misterio.
El sitio oficial de la Asociación Carlo Acutis es: http://www.carloacutis.com/es/association
Publicado en la edición impresa de El Observador del 29 de julio de 2018 No. 1203