Por José Francisco González González, obispo de Campeche
Pocas veces leemos en la liturgia de la Palabra los textos del Apóstol Santiago. La segunda lectura de hoy es, pues, de Sant 1. Un texto breve que nos invita a ponernos a la escucha. Esa es la básica actitud para que la palabra de Dios sea eficaz en quien la recibe. Si queremos recibir con eficacia los dones de Dios, debemos tener disposición recta. Para que no pierda eficacia la Palabra de Dios se requiere, pues, capacidad de escucha, auto-control de la lengua y de los impulsos del corazón. Todo lo excesivo debe ser equilibrado. Así lo decía el filósofo griego, Aristóteles: la virtud está en el equilibrio, ni carencia ni exceso. La Palabra de Dios no es otra cosa que el Evangelio, que ha sido sembrada en el corazón de los creyentes por la predicación (Mt 12,19ss), pero debe ser actualizada constantemente, si se quiere obtener la eficacia de su poder salvador. El oír de la Palabra de Dios alcanzará la eficacia a la que va destinada, si se traduce en el cumplimiento práctico de lo escuchado a través de la acción en las relaciones humanas que nos ofrece la vida diaria. El afirmar “creo”, debe impulsar fuertemente a la acción. De lo contrario, es estéril. Nos conmina la lectura de hoy: Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla. El mismo Santiago pone una imagen elocuente. Cuenta que si no hay aterrizaje de la palabra escuchada es como el hombre que se ve al espejo, y luego se olvida de lo que reflejó el espejo de su cara.
LA PALABRA DE DIOS CAMBIA LA VIDA
De nada sirve contemplar las manchas de la cara en el espejo si no se hace nada por limpiarlas. Acercarse a la Palabra de Dios es entrever la santidad divina. Ese acercamiento conlleva necesariamente una metamorfosis, una conversión personal y comunitaria; en fin, usando el término griego, una metanoia. La religiosidad puede vivirse de manera engañosa, lo previene la lectura. Para evitar este fácil engaño existen dos criterios característicos de la fe católica (existentes ya en la fe judía): la beneficencia y la benevolencia frente a los necesitados, marginados y menesterosos. Podemos, además añadir algunas frases del Salmo Responsorial para desglosar lo que significa beneficencia y/o benevolencia: El que procede honradamente, el que es sincero en sus palabras, el que con su lengua no desprestigia, quien no hace mal al prójimo, ni difama al vecino; quien no ve con aprecio al malvado, quien presta sin usura, quien no acepta el soborno dañando al inocente. Hacer eso y algo más, es agradable a los ojos de Dios. Además de la beneficencia, el Apóstol Santiago exhorta a llevar una vida limpia en este mundo contaminado y secularizado.
ENCUENTRO MUNDIAL DE FAMILIA
Se llevó a cabo el IX Encuentro Mundial de Familia en Irlanda (2108). Allí asistió el Papa Francisco. El Encuentro mostró la riqueza de la familia, su aporte invaluable para la humanización de la sociedad y la contribución en la forja de personalidades bien estimadas. En el encuentro hubo un gran intercambio de experiencias y reflexiones. En el Festival llamaron la atención las experiencias de familias en persecución, familias numerosas (una formada por diez hijos y sus padres), familias en ambientes no cristianos. El lema del encuentro, escogido por el Papa, expresó, muy bien, el papel de esta institución en la actualidad: “El Evangelio de la familia: alegría para el mundo”. Por la necesidad de escuchar la Palabra divina y de formar la unidad familiar, finalmente, digamos: ¡Danos, Señor, oídos de discípulos!