Entre los siglos XIV y XVI la cristiandad se vio gravemente amenazada por el islamista Imperio Otomano. España y Portugal ya habían pasado por 8 largos siglos de lucha para lograr expulsar a los musulmanes invasores, pero éstos consiguieron arrasar con la cristiandad en el norte de África, en Tierra Santa, en el resto de Oriente Medio y en Constantinopla (la puerta de Europa), y también invadieron Grecia y Albania. A causa de esto, muchas diócesis desaparecieron y numerosos cristianos murieron mártires.

Los musulmanes controlaban el mar Mediterráneo y preparaban la invasión de Europa con miras a la erradicación definitiva del cristianismo; pero los monarcas de este continente, divididos entre sí por problemas políticos, nada hacían ante el problema.

Por si fuera poco, Italia se encontraba en medio de una hambruna, mientras que el arsenal de la República de Venecia estaba devastado por un incendio, y el cristianismo estaba muy afectado por culpa de la revolución protestante.

Entonces el Papa san Pío V, dándose cuenta de la situación, convocó el 17 de septiembre de 1569 a los cristianos para rezar el Rosario ante el peligro inminente. Además logró que España, República de Venecia, Estados Pontificios, República de Génova, Ducado de Saboya y Orden de Malta lograran aliarse para defender a Europa y su herencia cristiana. A esta alianza se le conoce como Santa Liga, Liga Santa o Liga Cristiana.

En 1571, convencido del poder del Rosario, el santo pontífice volvió a pedir a toda la cristiandad que lo rezara y que además ayunara, suplicando a la Santísima Virgen su auxilio ante la inminente batalla.

Las tropas cristianas ayunaron durante tres días, se confesaron y recibieron la sagrada Comunión; además, rezaron el Rosario con devoción, acompañados de los cristianos de todo el mundo que desde sus hogares se les unían en esta oración.

Los turcos contaban con la flota más grande del mundo, mientras que las tropas cristianas tenían el viento en contra y veían sus movimientos dificultados por las rocas; pero en la nave capitana de los cristianos ondeaba la bandera de la Santa Cruz y el Santo Rosario. Entonces, iniciada la batalla, inexplicablemente el viento cambió de dirección, de manera que los cristianos ya no tenían que remar ni sufrir con el humo de los cañones, sino que estos contratiempos se pasaron a las filas turcas.

Durante todo el tiempo el Papa estuvo orando sin cesar en Roma, y al final los cristianos vencieron por la poderosa intercesión de la Virgen María.

LA ARENGA DE DON JUAN

Esto es lo que Juan de Austria, comandante supremo de la Santa Liga por designación directa del Papa, gritó a sus hombres en los instantes anteriores al inicio de la batalla de Lepanto:

«Hijos, a morir hemos venido, o a vencer si el Cielo así lo dispone. No deis ocasión a que, con arrogancia impía, os pregunte el enemigo: ‘¿Dónde está vuestro Dios?’. Pelead en su santo Nombre que, muertos o victoriosos, gozaréis de la inmortalidad».

SAN PÍO V Y SU PREDILECCIÓN POR EL ROSARIO

Antonio Ghislieri (san Pío V) nació en Italia en 1504. Su trabajo de niño fue pastorear las ovejas de su muy pobre familia. Cuando era adolescente gente adinerada le pagó sus estudios; de esta manera pudo ingresar con los dominicos. El fundador de esta orden fue santo Domingo, quien, además, fue el principal y natural propagador del rezo del Rosario, ya que la Madre de Dios se le apareció y le enseñó a rezarlo en 1208.

Convertido en Papa, san Pío V no olvidó sus valores dominicos, por eso rezaba y promovía el Rosario como solución efectiva a los grandes problemas.

Redacción

TEMA DE LA SEMANA: LA BATALLA QUE SALVÓ A LA CRISTIANDAD

Publicado en la edición impresa de El Observador del 7 de octubre de 2018 No.1213

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