El Papa inaugura la asamblea sinodal y pide más diálogo
Por José Antonio Varela Vidal (Ciudad del Vaticano)
Al inaugurar la tarde de hoy miércoles la Asamblea del Sínodo de los Obispos, cuyo tema son los jóvenes, su fe y el discernimiento vocacional, el papa Francisco reconoció que estos llegan con una presencia fuerte, “que transmite una positividad y un entusiasmo capaz de inundar y llenar de alegría, no solo esta aula sino toda la Iglesia y el mundo entero”.
Después de agradecer a los que hicieron posible esta reunión, saludó a la juventud “conectada” con él a través de los medios digitales, y a quienes han “apostado a favor de que merece la pena sentirse parte de la Iglesia, o entrar en diálogo con ella”. En un espíritu muy positivo y con la mirada hacia adelante, el papa les recordó que “vale la pena tener a la Iglesia como madre, como maestra, como casa, como familia, y que, a pesar de las debilidades humanas y las dificultades, es capaz de brillar y trasmitir el mensaje imperecedero de Cristo”.
En la misma línea propositiva, y ante la atención de todos los participantes y del mundo entero, se ratificó en que “vale la pena aferrarse a la barca de la Iglesia que, aún a través de las terribles tempestades del mundo, sigue ofreciendo a todos refugio y hospitalidad”.
Siguiendo con su discurso matutino, pidió a los padres sinodales ponerse “en actitud de escucha los unos de los otros”. Y se comprometió a que durante el Sínodo, se demostrará que tenían razón en apostar por la Iglesia. “De verdad vale la pena, de verdad no es una pérdida de tiempo”, fue su reflexión.
Amplia participación
El papa quiere -y parece que así será-, que se hable con valentía y parresia, es decir “integrando libertad, verdad y caridad”, pues a su parecer, “solo el diálogo nos hace crecer”. No ha querido rehuir a la crítica, mientras esta sea “honesta, transparente y constructiva”, oponiéndose a la vez con un mensaje para sus detractores, acerca de lo dañino que es “la palabrería, los rumores, las sospechas o los prejuicios”.
Como parte de esta actitud, ha invitado “a escuchar con humildad”, y “a discernir”, que no es otra cosa que “escuchar lo que el Espíritu nos sugiere, de maneras y en direcciones muchas veces imprevisibles”.
Dentro de lo práctico, ha dispuesto que durante los trabajos, en la asamblea plenaria y en los grupos, “cada cinco intervenciones se observe un momento de silencio —de tres minutos aproximadamente—, esto con el fin para permitir que cada uno preste atención a la resonancia que las cosas que ha escuchado suscite en su corazón, para profundizar y aceptar lo que más le haya interesado”.
Escucha atenta
Por otro lado, ha reconocido que la Iglesia tiene «una deuda de escucha», especialmente con los jóvenes, que muchas veces “no se sienten comprendidos en su originalidad por parte de la Iglesia y, por tanto, no suficientemente aceptados por lo que son realmente, y, alguna vez incluso, hasta rechazados”.
Por ello ha recomendado a la Asamblea a “ser signo de la Iglesia que se pone verdaderamente a la escucha, que se deja interpelar por las instancias de aquellos con los que se encuentra, que no tiene siempre una respuesta ya preparada y pre confeccionada”.
Contrario a ello, añadió, una Iglesia que no escucha “se muestra cerrada a la novedad, cerrada a las sorpresas de Dios, y no será creíble, en particular para los jóvenes, que inevitablemente se alejan en vez de acercarse”.
Otro de los aspectos es el referido a los “prejuicios y estereotipos”, que pueden evitarse si al escuchar se libera ese mal pensamiento de que “ya sabemos quién es el otro y lo que quiere”, lo que hace realmente difícil escucharlo en serio. Durante el diálogo entre generaciones, muchas veces “los jóvenes tienen la tentación de considerar a los adultos como anticuados; (y) los adultos tienen la tentación de calificar a los jóvenes como inexpertos, de saber cómo son y sobre todo cómo deberían de ser y de comportarse”.
Lenguaje franco y claro
Con el fin de evitar obstáculos durante el desarrollo del Sínodo, les ha pedido a los padres sinodales evitar “hablar de los jóvenes a partir de categorías y esquemas mentales que ya están superados”. Lo que quiere Francisco es una “alianza entre generaciones”, esto es, que los adultos puedan “superar la tentación de subestimar las capacidades de los jóvenes y juzgarlos negativamente.
Y de modo recíproco, recomendó a los jóvenes a “vencer la tentación de no escuchar a los adultos y de considerar a los ancianos como «algo antiguo, pasado y aburrido», olvidando que es absurdo querer empezar siempre de cero, como si la vida comenzara solo con cada uno de ellos”.
Y más bien les recordó que “descuidar el tesoro de las experiencias que cada generación recibe en herencia y transmite a la siguiente es un acto de autodestrucción”.
Ni clericalismo ni autosuficiencia
Como un médico que da un diagnóstico mortal pero real, el santo padre se refirió al clericalismo como “una plaga, elitista, excluyente, ansiosa de poder” a la vez que la identificó como “una perversión”.
¿Por qué tanta dureza? Quizás porque para el papa, y para muchos, el clericalismo “es la raíz de muchos males en la Iglesia”, por lo cual sería bueno “pedir humildemente perdón por ellos y, sobre todo, crear las condiciones para no repetirlos”, según sus propias palabras.
De este modo, y mientras hilvanaba el tejido sobre el que debería componerse el Sínodo, quiso acentuar nuevamente el riesgo “de la autosuficiencia y de las conclusiones apresuradas de muchos jóvenes”, invitando a estos a no repudiar ni rechazar todo lo que se ha transmitido a lo largo de los siglos. Pues esto ha llevado “al peligroso extravío que lamentablemente está amenazando nuestra humanidad (y) lleva al estado de desilusión que se ha apoderado del corazón de generaciones entera”s.
Por el contrario, “la acumulación, a lo largo de la historia, de experiencias humanas es el tesoro más valioso y digno de confianza que las generaciones reciben unas de otras”, acotó Francisco, a lo que sumó la revelación divina, “que ilumina y da sentido a la historia y a nuestra existencia”.
Confianza en el futuro
Finalmente, invitó a no ver el futuro como “una amenaza que hay que temer”, sino el tiempo que el Señor “nos promete para que podamos experimentar la comunión con él, con nuestros hermanos y con toda la creación”. Hay que redescubrir “las razones de nuestra esperanza y sobre todo transmitirlas a los jóvenes”, insistió.
Recomendó que durante esta reunión universal no se hable con “sofisticados argumentos teológicos” ni “dejarse tentar por las «profecías de desgracias», ni gastar energías en «llevar cuenta de los fallos y echar en cara amarguras»”; sino procurar «frecuentar el futuro».
El papa no quiere que de este Sínodo salga sólo un documento “leído por pocos y criticado por muchos”, sino sobre todo propuestas pastorales concretas
Esto servirá -y así concluyo el primer día de trabajo e inauguración de la Asamblea-, para “que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos, e inspire a los jóvenes la visión de un futuro lleno de la alegría del evangelio”.